Capítulo 4: Quien no arriesga no gana

6K 453 161
                                    

Eso del club de lucha grecorromana me deja pensando. Leo había mencionado algo así como «llaves de sumisión» y me puse a buscar en Internet un poco sobre el asunto. Me encontré con varios vídeos y fotos que me resultaron terriblemente excitantes: chicos en unas licras que permitían captarles todo su «equipamiento», unas poses de cuerpos entrelazados que me recordaban unas documentales sobre «nudos de serpientes»... en fin... mi imaginación se dispara y me veo aprisionado por un chico súper sexy que me tiene sujetado por la espalda, con todo su musculoso cuerpo pegado contra mí... hasta siento que mi trasero se esfuerza por coincidir con el bulto que el luchador tiene entre sus piernas... eso era suficiente para alterarme demasiado.

Cuando me doy cuenta, mi habitación está sólo iluminada por el resplandor del monitor de mi PC. Había caído la noche y no lo había notado. Enciendo las luces y apenas tuve tiempo de cambiar las imágenes que proyectaba cuando mi madre me llama a cenar.

―Estás muy callado hoy, Gonzalo―dice mi madre cuando terminábamos de comer.

―¿Eh? ¡Oh! Perdón... estaba pensando ―contesto.

―Y, ¿se puede saber qué te tiene tan concentrado como un cubito de caldo para sopa?

―Sí, claro... Es que la escuela va a abrir unos clubes deportivos y pensaba en ellos... me dan ganas de entrar en alguno.

―¿Deportes? ¿Tú? ―dice mi padre con un tono que no se sabe si es asombro o incredulidad.

―Eh... sí... Pero todavía no sé en cuál.

―Pero decía la nota que no empezarán hasta la semana que viene y de todas formas, puedes entrar en cualquier momento, hijo. No es necesario que te apresures.

―Ya lo sé, mamá; pero si entro desde el principio será mejor. Lo más probable es que seamos pocos y será más fácil adaptarme... Además, si entro cuando el grupo esté formado... seré el «recién llegado», el advenedizo... el grupo ya estará hecho y podría ser más difícil.

―Eso es cierto, pero tienes todavía una semana, así que puedes pensarlo un poco más.

―Y, ¿en qué deportes serán los clubes? ―pregunta mi padre.

―Exactamente no lo sé... Me dijeron que eran en algunas disciplinas olímpicas.

―¡Oh! ¡Qué interesante! ―exclama―. Entonces puedes tener algunos que vayan bien contigo, como el bádminton o el tenis de mesa... los chinos son unos gatos en el tenis de mesa; nadie les gana. Tienes que elegir uno donde no corras el riesgo de que se te quiebre una uña ―dice poniendo en el final un tono que no me gustó. Simplemente lo miro por el rabo del ojo y hago una mueca tonta de desprecio... ojo... no por mi padre, sino por el estúpido comentario.

―Por cierto... y a propósito de cucarachas... mañana no tenemos clases ―digo con toda inocencia.

―¿No? ¿Por qué Gonzalo? ―pregunta mi madre mientras comienza a recoger las cosas de la mesa.

―Parece que nos invadió una plaga de bichos y van a fumigar el edificio donde está mi aula. ¿No leíste la nota que mandaron? La pegué en el refri.

―No la vi. Se debe haber caído. Hay algunos imanes que no son buenos. Pero está bien, primor. Entonces mañana estarás solito. No voy a poder prepararte nada; así que te dejaré dinero para que te compres algo de comer. ¿No importa?

―No, mamá. Está bien.

Me voy a dormir pero sigo maquinando... lucha grecorromana... con Leo enseñándome... él me sujetará y me dominará... es demasiado tentador... ¿valdrá la pena? ¿Soportaré las palizas que de seguro me darán sólo por estar cerca de Leo? Los chicos que entrarán serán arrojados, valientes, fuertes... muy machos... cuando me vean no dudo que se pelearán por maltratarme... ¿valdrá la pena?

SexohólicoWhere stories live. Discover now