Capítulo 8: Por la víspera se saca el día

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Cuando terminamos de almorzar, y con la intriga de qué quiso decir Sam con aquello de «a propósito», me despido de Fran con el pretexto de ir a la biblioteca, pero mi hermanito del alma, indespegable como siempre, se ofrece a acompañarme, pues de todas formas entramos a clases juntos.

―Eh... Fran... Creo haber entendido que Ana te estaba buscando urgentemente ―le digo para disuadirlo de venir conmigo.

―¿A mí? ¿Y qué rayos quiere Ana?

―No lo sé... Búscala para ver de qué se trata.

―¡Demonios! Ahora yo estaré dando vueltas por el colegio como un abejorro mientras tú, en el silencio cómplice de la biblioteca, te puedes encontrar con un chico que te apriete contra los estantes de libros de química y... tengan una reacción... no sé... intercambien átomos y moléculas...

―No seas tonto, Francis... en la biblioteca no pasa nada así... más bien yo debería estar envidioso de que tú vayas por los patios viendo chicos guapos por montones.

―Sí, los veré... y eso, ¿de qué me sirve? De tortura sicológica, nada más... para frustrarme al tener que enfrentar lo inaccesible ―dice y suspira decepcionado.

―Bueno, bueno... menos cháchara y vete a buscar a Ana, porque de lo contrario, yo no tendré tiempo de encontrar lo que busco.

―¿Y qué buscas? Si se puede saber, ¿el «Kama Sutra»?

―¡Francis! No piensas en otra cosa que en el sexo.

―¡Claro! Porque como mi hermanito mayor ya tiene su himen perforado, ya no piensa en eso... Con una vez ya le bastó y no necesita más.

―Yo no me paso pensando en el sexo, tonto... Y si de algo sirve, ve y búscate quien se encargue de tu virginidad de una vez por todas a ver si te calmas.

―Buen consejo... Es más... genial, diría yo... Como siempre, mi hermanito tiene razón y yo debo obedecer.

―¡Ah! Ya... ¡vete!

Fran se va, con los ojitos brillando como cascabeles, a la búsqueda de Ana o de quien se encargue de su virginidad; en este momento, no estoy seguro de a qué le dará prioridad. Por mi parte... ¡qué biblioteca ni qué nada! De cabeza al Club de Lucha. Pretexto: «¿Es cierto, Leo, que las clases empiezan el lunes? Eso fue lo que dijo Sam.» O si fuera del caso, cualquier otro... desde el miedo a una abducción extraterrestre hasta un conflicto con peligro nuclear en el lejano oriente... cualquier cosa con tal de verlo y hablarle. Aquello de que no me sería fiel, todavía me tiene traumatizado pero mientras estuviera en el colegio, no creo que intente hacer nada con nadie.

Cuando llego al salón del club, miro por la pequeña ventanita y veo a mi príncipe que está hablando por teléfono. Al asomarme tapo la luz natural y él lo nota, me ve, sonríe y con la mano me hace señas de que entre. Abro la puerta suavemente y me siento en una de las dos sillas que están frente al escritorio.

―Sí, sí... está bien... ¿Mañana a las diez, entonces? Muy bien, la espero... Gracias ―dijo al teléfono y colgó.

―Leo... si molesto, puedo venir más tarde... ―digo con timidez y sumisión.

―Para nada, bebé... Más bien siento haberte hecho esperar.

―Fue sólo un segundo. No es nada.

Me sonríe y se recuesta inclinando la silla hacia atrás sobre sus patas traseras y cruza sus manos en la nuca. Sigue mirándome en silencio unos segundos que me parecieron eras geológicas. En sus ojos, como siempre, había una chispa que me hacía alterar... aunque debo confesar que ya venía algo alterado desde que me despedí de Fran y por la expectativa de encontrarme con Leo.

SexohólicoWhere stories live. Discover now