Capítulo 30: Mamá, yo...

2.3K 218 36
                                    

En ese marco de circunstancias, no vuelvo a abrir la boca por el resto de la cena que no fuera para ingerir la comida. Ni una palabra. Pero los tres demonios continuaban su conversación como si se conocieran de toda la vida o que, siendo demonios, vinieran desde la oscura eternidad del Averno para encontrarse aquí y ahora con el fin de torturarme.

Al final, terminada la cena, acompaño a Leo al garaje donde estaba su moto. Es el momento en que todo eso de mi cumpleaños volvería a pasar a segundo plano y el tema de su proposición de noviazgo es inevitable.

—No tienes que decirme nada ahora, Gonzalo. Piénsalo. Quizás fui un poco egoísta o inseguro, no lo sé. No debí haberme precipitado. En otros casos, hubiera ido más lento, hubiéramos salido y hablado sobre nosotros, nuestros sueños, nuestras expectativas y poco a poco nos hubiéramos sintonizado; pero contigo, pasé a la acción desde el primer momento y no debí haberlo hecho. Pero también debes entender que me fuiste una tentación demasiado grande y me diste un placer que nunca había sentido antes ni con nadie.

—Te entiendo, Leo. No te preocupes; no pienses más. No te precipitaste ni has cometido un error imperdonable, por el contrario, me halagas sobremanera. Es que... no me lo esperaba. Nunca creí que pudieras sentir algo por un chico y menos por mí. Tú eres un hombre heterosexual, Leo, no eres gay y ni siquiera bisexual. Tú tienes a Mariana...

—Ya rompí con ella —me interrumpe—, y esta vez fue para siempre.

—Pero aparecerá otra, Leo; una mujer que te satisfaga en todo, incluyendo formar una familia con hijos...

—Eso fue lo que siempre quise, pero ahora no me importa.

—«Ahora», esa es la palabra clave, Leo, «ahora». Pero, ¿y mañana? ¿Y el mes próximo? ¿Y el año que viene? ¿O cuando cumplas los veinticinco o los treinta?

Leo me contesta pero siento como que su voz se va alejando por un negro y largo túnel hasta desparecer. Sólo oigo mis propias palabras. Me oigo y casi no puedo creer lo que estoy diciendo. Estoy hablándole con una propiedad, con una madurez y seriedad que parece que no soy yo. Le estoy diciendo todo esto para justificarle por qué no le acepto ya, en este mismo momento y con eso darme el tiempo para disfrutar de mi harem; ya me llegará el momento de formalizar, cuando tenga los dieciocho o los veinte, o algo así. Sin embargo, al oírme, siento como que hay una voz de alguien que no soy yo y que está diciendo verdades dolorosas; porque, en realidad, ¿qué pasará conmigo? ¿Y si cuando quiera formalizar ya no pueda? ¿Si aparece otro chico que me haga desear el noviazgo formal y sea parecido a Leo? Parecido, digo, en el sentido de que podría abandonarme en cualquier momento para cambiarme por una estúpida bruja con coño, útero, trompas, ovarios y toda esa majadería anatómica que le permitirá dar a luz. ¿Y si nunca podré formalizar con nadie? ¿Y si al fin y al cabo me quedo solo? Bueno, siempre está Francis y si a él le sucede lo mismo, de todas formas tendremos la oportunidad de aprender a tejer o a bordar y nos juntaremos con un chocolate caliente para pasar el invierno viendo culebrones que nos hagan llorar como idiotas por esos amores de novela que pudimos tener y que quedaron empantanados en el barro de nuestra desperdiciada juventud. ¡Rayos! Me estoy deprimiendo. ¿Será mi vida así de decadente? Ahora podría disfrutar de todos los chicos del mundo, pero eso mientras yo les sea apetecible; pero ¿y luego? ¿Terminaré con Fran en un hogar de ancianos sin que nadie venga a visitarnos?

—...y por eso no me importa, Gonzalo; ¿lo entiendes? —Escucho a Leo terminar su explicación cuyo comienzo y desarrollo nunca oí—. Yo sé que puedo elegir lo que quiero y a quien quiero, y por eso mismo, te elegí a ti.

—¿Eh? Leo... yo... —comienzo a decir bajando de órbita—, ya te dije que no lo pienses más. Despreocúpate y mañana, más fríos de mente, volveremos a tocar el tema. No tengas miedo de perderme, Leo, porque eso no sucederá; no hoy, ni mañana. Yo no quiero perderte a ti, tampoco y eso debes tenerlo como una seguridad. Me parece que te estás ahogando en un vaso de agua.

SexohólicoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt