Capítulo cinco.

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Arriba, Jayán.

PILLYJayán era un hombre impactante. De tez oscura y cabello y barba blanca. Se veía mayor o quizás así lo hacía ver el blanco completo y brillante de sus ojos. No era un ángel, pero aun así este ser tenía alas, las más extrañas que Pilly había visto en su vida, que sobresalían hacia los lados desde su espalda casi como púas. Con el musculoso torso desnudo y tatuado con runas antiguas y una espada de tamaño colosal él era una visión atemorizante. Los cuatro avanzaron hacia Jayán siguiendo los pasos de Uriel. Cuando él llegó adonde el centinela estaba sentado en un taburete observándolos con curiosidad, lo saludó brevemente con una ligera inclinación de su cabeza. Luego se presentó.—Soy Uriel. Por la descripción que me dieron, tú debes ser Jayán, ¿no es así?El hombre lo miró por un segundo y luego se puso en pie. Su altura era tan sorprendente como su estampa, seria, aproximadamente, de unos dos metros y medio.—Lo soy. Te esperaba—respondió con una voz profunda en tono amable—¿Ellos también fueron comisionados contigo?Al decir esto último los escaneó a los tres con evidente interés.—Ellos dos—dijo Uriel, señalándonos a Hariel y a ella. Luego hizo el mismo gesto en dirección a Luzbell—Él, bueno... nos ayudo a ingresar al planeta.La penetrante mirada blanca de Jayán se posó en Luzbell sin disimulo alguno. Pilly creyó que diría algo en oposición por llevarlo con ellos ( su fama lo precedía) o que pediría más explicaciones, pero para su sorpresa no lo hizo.—Deberías haber avisado en tu informe que necesitaríamos un pase para entrar, podría haber buscado con tiempo. Nos dejaste sin opciones—le recriminó Uriel con su acostumbrada suavidad.Jayán se encogió de hombros.—No lo recordé. Suelen cambiar las normas cada cierto tiempo. Bien, el conocedor está en Purpúrea, a unos cien kilómetros de aquí. Debemos ir hacia allá sin demora.Salieron rápidamente del bar siguiendo al gigantesco centinela. Alzaron vuelo hacia Purpúrea, como él había nombrado a esa zona.Al adentrarse más en el planeta Pilly notó como de a poco el brillo y el esplendor del inicio iba menguando a pasos agigantados, hasta que la autopista terminó, y solo había debajo de ellos un camino de laja quebradizo y a los alrededores algunas casitas precarias hechas de alguna clase de barro. Sus habitantes con ropas andrajosas revolvían en las montañas de basura acumulada. Horrible en verdad.Unos kilómetros más y ya alejados de la zona poblada, divisaron una llanura extensa cubierta de cráteres que cada cierto tiempo exhalaban con potencia un gas verdoso.—Es Haribin—les explicó Jayán—Es muy toxico y sin duda mortal. Debemos cruzar sincronizadamente para que no nos alcance; no podemos sobrevolarlo, las nubes están bajas aquí y contienen la misma sustancia.Él cruzó primero. Notaron que ciertamente las expulsiones venenosas estaban sincronizadas.Queriendo imitarlo, aunque con menos seguridad que el centinela, los siguió su líder. Ellos tres se miraron reflejando en sus expresiones una pregunta obvia: ¿Quién sigue?—Sigue tú—le dijo Hariel a Luzbell. Era obvio que no lo quería a sus espaldas—Yo cargaré a Pilly y la cruzaré.Ella bufó, ¿y cómo no? muy caballeroso lo suyo pero a Pilly no le iba el papel de dama en peligro.Luzbell cruzó con sumo cuidado y atención. Observando detenidamente cada paso que daban delante de sí sus predecesores. Una idea malvada la hizo sonreír, que la diva alada pisara mal y quedara todo chamuscado y deforme. Estaba mal, pero siendo él tan vanidoso como era sería muy gracioso de ver. Aun sonreía cuando sintió que su esposo la cargaba en su espalda como si fuera una bolsa de papas.—¡Hariel!—se quejó. Tenía que hacerlo, su orgullo se lo reclamaba—Puedo hacerlo sola, esto es humillante.—Sé que puedes, pero no voy a arriesgarme—le respondió, y comenzó a atravesar el mortífero lugar con ella a cuestas.A la vergüenza de encontrarse en tan bochornosa posición se le sumó el temor. Aquellas nocivas explosiones parecían aparecer de repente a un lado de ellos, luego de improviso adelante, o ni bien quitaba Hariel un pie del cráter. Estresante por demás.Al fin terminaron de cruzar sin ningún incidente mayor, salvo las quejas de Luzbell que se había metido hasta las rodillas en un pozo de fango maloliente, intentando esquivar una expulsión muy cerca. Jayán le extendió la mano y lo ayudó a salir del lodo. Todo coqueto él le susurró algo que ella creyó era un agradecimiento cerca del oído. Luego bajó su mirada a la suciedad que cubría sus piernas. Rió al verlo intentar quitársela para lograr tan solo embarrársela más. Cuando Luzbell notó que ella reía le dirigió una de esas miradas asesinas que tan bien le conocía, aun así no pudo parar de reír. No era la imagen que había visualizado pero se tendría que conformar.Al salir de allí se elevaron de nuevo. A lo lejos, en lo que aun era una llanura oscura y árida, vieron unas cuevas de roca y luego al dedo del centinela indicando que esa era la dirección a seguir. —Son las cuevas de Génesis. Muchos eruditos se encierran ahí para hallar respuestas a las preguntas mas significativas del Universo—sentenció con absoluta seriedad.Volaron hacia allá y descendieron en la entrada de las cuevas.Uriel se acercó un poco a la redondeada abertura rocosa, pero algo en su expresión ceñuda les indicó que algo sucedía.—Hay una especie de campo de fuerza—dijo solamente.—No siempre lo levantan—caviló Jayán rascándose la barbilla—, pero en este último tiempo la galaxia ha estado conmocionada por diferentes amenazas. Seguramente esa es la causa de tal prevención.Uriel asintió antes voltearse a mirarlo.—¿Qué haremos entonces?, ¿Hay alguna forma de comunicarnos con él?El centinela suspiró.—Hay una forma. El don que el Padre me cedió es el de abrir planos astrales en el espacio-tiempo y modificar la realidad de ellos. Puedo abrir uno hacia el interior de la cueva para que entremos, y así alterar la percepción de los guardianes para que no nos detecten.Su propuesta les pareció acertada, y la única disponible al fin y al cabo, así que aceptaron.—Bien, según su densidad espiritual los acomodaré para que la entrada sea más fácil—les explicó mientras gesticulaba con sus manos.Acto seguido, colocó a Uriel en frente, a Hariel de un lado y a ella del otro. Luzbell estaba detrás nuestro y Jayán, como último, se posicionó y extendió sus grandes manos en alto.Mirando hacia el frente oyeron como el centinela comenzaba a recitar unas palabras en un idioma desconocido, y como dos puntos de luz titilantes aparecían delante de ellos y comenzaban a girar cada vez con más velocidad. Estas luces comenzaron a expandirse en tamaño y a echar a los lados cientos de chispas centelleantes.Conforme los segundos pasaban estas crecían hasta convertirse en lo que parecían dos portales luminosos levitando en el aire.—¿Por qué dos?—escuchó preguntar a Uriel, y cuando él lo hizo ella cayó en cuenta de lo mismo.¿Para qué dos?—Porque tendrán dos destinos muy distintos—dijo Jayán, con una voz que ya no se oía como antes, sino cargada de cinismo, y oscuridad.No tuvieron tiempo de reaccionar. Los portales literalmente los succionaron dentro. Pilly se sintió perder en su composición etérea, y lo único que escuchó mientras se sumergía en ella fue la voz del centinela a lo lejos.—Como lo pediste, mi amor.

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