Capítulo Veintiocho.

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Las enormes creaciones rojas y violentas de Ciclio y Luzbell, nos echaron en uno de los cuartos rudamente.Baraquiel,quien había sido arrojado con nosotros, sangraba por una herida en uno de sus costados,que el que nos cargo le había infligido con su trato.

Por largos minutos,solo nos miramos en silencio.El peso de lo que estaba sucediendo era agobiante.El Padre,nuestro creador había perecido ¿Como podíamos afrontar eso?¿Cómo hacerle frente, si con dificultad aun podíamos creerlo?...Pero lo sentíamos,cada ángel encerrado allí,lo sentía,su falta...Un vacio concreto y doloroso en lo más profundo de nuestra alma.

El cuarto dorado estaba casi vacio,solo lo ocupaban tres camas iguales,y nada mas.No,también había algo,un reloj de arena colgando en el techo que dejaba caer lentamente la arena acercándose al plazo estipulado,un año.

Uriel dejaba caer lagrimas de dolor continuamente.Sabia bien cuan grande era su amor por el Padre,él no era como yo o como Hariel,era leal,fiel,obediente y disciplinado,y adoraba a su creador a tal punto,que el conocimiento de su fin le resultaba insoportable.

Diez días después.

Intentamos con los pocos medios que teníamos contener la hemorragia de Baraquiel,pero sin poder alguno,ni elementos suficientes,era una tarea irrealizable.Cada día estaba más pálido,veíamos con pena como se le iba la vida sin que pudiéramos hacer nada para evitarlo.

Las noches eran calurosas y húmedas,yo me abrazaba a mi amigo y escuchaba sus historias para pasar el tiempo.Dormía mucho,aunque en mi naturaleza ya no fuera necesario,pero era lo único que me sacaba de la cruda realidad que estábamos transitando.

Hariel.Lo extrañaba tanto,no habíamos salido de allí en esos días,y no había vuelto a verlo,lo añoraba terriblemente,pero intentaba estar calmada por mi pequeño Elián.

Un mes después.

Al término de ese tiempo,hubieron dos grandes cambios.Baraquiel,al final blanco como el papel,dejó de existir.Lo lloramos,nunca fue cercano para mi,pero si para Uriel,y yo lo acompañe en su pérdida.Solo quedamos los dos,y mi pequeño en crecimiento.

El día treinta,uno de esos seres nos abrio la puerta,que se veía diminuta ante su titánica estampa.Salimos,y lo sentimos de nuevo.Dentro del cuarto podíamos caminar y movernos casi normalmente,pero afuera arrastrábamos los pies,y ni siquiera podíamos levantar la cabeza.Nos llevaron a un patio de cristal muy grande a todos,a lo lejos vi a Hariel,y él también me vio, y al hacerlo esbozo una sonrisa.Nos hicieron caminar en círculos,no teníamos fuerza alguna para resistirnos,así que lo hicimos,un par de horas,sin sentido para mi,pero agradeciendo por poder ver a los míos, y al mío, entre todos ellos nuevamente.

Luego nos regresaron,mientras el tiempo seguía corriendo.

Tres meses después.

Mi vientre plano ,ya no lo era.Un montecito redondeado se dejaba ver en él...Elián hacia su sutil acto de presencia.

-Cielos...es increíble-me decía esa mañana Uriel al apoyar una de sus manos en mi estomago-¡Como ha crecido!...es un milagro-.

-Lo es...entre tanto sufrimiento y tristeza,él lo es-le respondí con una sonrisa.

-¿Sabes con exactitud cuando lo concibieron?...Digo,para saber si será humano o ángel-me preguntó él después,algo que sinceramente nunca había pasado por mi cabeza.

-Es verdad-conteste-Podria ser humano...Lo pudimos engendrar antes de que nos transformarás...Es lo más probable...No recuerdo...No...nunca sucedió algo entre nosotros entre la conversión y el saber que era nuestro...¿Entonces, no será un ángel?-le pregunté,después de analizarlo con más detalle.

Mercenarios.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant