Capitulo siete.

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Dedico este capitulo a MariHerondale28(He hecho una mención de ti como Marianne, amiga)

PILAR

Dejó su taza en el pequeño plato de porcelana para dirigirle una mirada tímida o más bien alentadora a su acompañante. Uriel Harold, el joven sentado frente a ella, o era bastante lento para decidirse a hablar o completamente inexperto en cuestiones amorosas. O quizás Pilar lo intimidaba un poco. Si, Pilar Flores de Arriaga era una impetuosa joven que lo acobardaba. Obviamente esa no era la razón pero disfruto mucho al pensarla. 

—Y... ¿Cómo van encausados los negocios de tu padre en la capital? Por lo que sé la industria naval está en pleno auge—comento para romper aquel incómodo silencio. Él sonrió y levantó su mirada serena para darle la respuesta. 

—Marchan maravillosamente bien. Él está ensamblando un par de barcos más para anexar a su flota, y casi con seguridad estos serán echados a la mar al comenzar la primavera. 

—Oh, eso es muy interesante—respondió ella. Pero mentira, no lo era. Este joven era bello, dulce, tierno, pero la aburría, así había sido siempre y seguro después de su casamiento así seria por el resto de sus vidas. Pero no podía quejarse. Muchas de sus amigas cercanas habían sido prometidas a hombres mucho mayores que ellas y con barrigas enormes. Era afortunada, Uriel era un prospecto excelente. Marianne, su prima y amiga íntima moría de amor por él y Pilar sabía que daría lo que fuera por estar en su lugar. Entonces ¿ De qué se quejaba? Tenía suerte al ser pretendida por él, aunque no podía negar que le encantaría ser raptada en la noche por un bandido encapuchado, algún osado justiciero como aquel del que cuenta la leyenda que recorrió esas tierras montando su caballo negro y luchando contra la tiranía española en el siglo pasado. « Ah, un hombre así »pensaba sin notar que en su ensoñación romántica volvió a tomar la taza de té negro con poco cuidado e inevitablemente vertió parte del contenido caliente en su vestido. 

—¡Maldi...!—comenzó decir pero se calló abruptamente cuando noto lo que casi salió de su boca. ¿Qué había sido eso? No había sido criada para hablar como una golfa ¡Santa María! ¿De donde sacó semejante palabra? 

Pilar levanto con infinita vergüenza (y algo de temor) su vista hacia su visita para ver su reacción. Y claro, sin que saliera palabra alguna de su boca esta fue más que evidente. Sus ojos un tanto abiertos la observaban incrédulos, algo sentenciosos, y un poquito preocupados. 

—Yo quise decir...—inició una disculpa (o más bien una excusa) con cierto titubeo— Malísima manera de tomar una taza, ¿no es verdad? 

Él la miró con escepticismo, como si fuera idiota para creérselo. ¡Por Dios y todos sus santos que le estaba pasando! Y ahí estaba además, declarando el nombre de Dios en vano. 

—Si, eso creo. Deberías estar un tanto más atenta, Pilar. A veces las distracciones pueden jugarnos una mala pasada—respondió Uriel, pero ella pudo leer un mensaje entre líneas en sus palabras. ¡Bien hecho, iba a quedarse a vestir santos! 

—Si. Tienes razón—Solo pudo decir, sintiéndose ruborizar en ese tono rosado que parecía sobreabundar a su alrededor, y que la verdad la estaba hartando. 

—No te preocupes— contestó él con su acostumbrada amabilidad—Como bien sabrás hay una razón más allá del disfrutar de una taza de té con una amiga de años en esta visita. 

Lo iba a hacer. Iba a pedírselo. Obviando su casi maldición y luego su mentira. No era tan cobarde como creía, o tal vez muy crédulo, vaya a saber. Ella sonrió con la fingida modestia que se esperaría en esa circunstancia y su pretendiente, luego de respirar profundo y dedicarle otra de sus lindas sonrisas, continuó desde donde había finalizado. 

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