Capitulo Diecisiete.

95 17 22
                                    

Luzbell se debatía entre seguir ese estúpido y atípico sentido de retribución hacia Hariel y su más lógico sentido de autoprotección.

Al fin y al cabo él era solo un sujeto alado, como bien había señalado antes, no tenía poder, ni fuerza alguna...¿Por qué diablos intercedería en la casi segura muerte de aquel ángel? Y ni hablar en la del otro pusilánime. Pero aun asi seguia resguardandose entre las sombras, siguiendo el camino trazado por las dos voraces delante suyo.

Después de algunos minutos las vio abrir una puerta alta forjada en la más espléndida madera y se acercó hasta ella luego de que la cerraran.

-¿Que maldita cosa hago aquí?-susurro en voz baja,y luego alertado de su imprudencia se tapo con la mano la boca,pero nada sucedió,los desaparecidos habitantes del Palacio,parecieron no notar su acústico desliz.

Unos minutos de indecisión le siguieron.Luego de ellos,apoyó la cabeza de lado en la puerta para intentar oír lo que sucedía dentro.

Escucho algo,pero no eran los sonidos de la tortura y mutilación que esperaba, parecían gemidos, unos muy placenteros gemidos femeninos.

Frunció el ceño ante esto, después se irguió y con determinación sacó su espada de su empuñadura y asiendo la dorada manija abrió.

La escena lo sorprendio. Las dos voraces se movían voluptuosamente sobre los regazos de los dos desnudos angeles inmóviles.

Las vio tan concentradas en disfrutar la gozosa llenura que le proporcionaban sus masculinas víctimas que pensó en acercarse lentamente para atacarlas de improviso.

Así lo hizo, pero antes de llegar a la morena está volteo su cabeza y con una de sus manos lo azotó con su poder haciéndole caer un par de metros hacia atrás.

Bajandose de Miguel, ella lo observó con interés mientras su hermana giró la cabeza pero no cesó el vaivén sobre las caderas de Hariel.

-¿Realmente creíste que me sorprenderías hermoso ángel? Eres el que vino con el amigo de mi Padre.. Olí tu belleza pero no quise ser irrespetuosa con sus invitados. Me gusta tu cabello, voy a quitártelo... Pero solo después de matarte-le dijo Chia y al terminar con su amenaza la hizo real extendiendo a él sus manos y dejando salir de ellas el poder de la oscuridad que gobernaba.

La energia negra golpeo el pecho de Luzbell con fuerza pero no lo derribo. La comenzó a sentir recorriendo su cuerpo, transitando por sus venas, susurrando su nombre.... Reconociéndolo.

Él sonrió. Sí, la oscuridad lo reconocía. Respiro profundo cerrando los ojos, amalgamándose con ella ante los desconcertados ojos de la voraz.

Y cuando los volvió a abrir, ahí estaban de nuevo, negros como la más oscura de las noches, revelando que su poder había vuelto y que el demonio antiguo había vuelto con el.

-Gracias. No sabes el gran favor que me has hecho-le dijo mirándola con arrogancia-No te preocupes, te lo devolveré.

Al decir esto soltó de nuevo sobre ella su tenebrosa potencia haciendo impacto en su corazón mismo, con tal magnitud que en segundos la hizo colapsar, y literalmente, la destrozó en mil pedazos.

Al notarlo la rubia gritó enfurecida  y poniéndose en pie lanzó su energía luminosa sobre él, pero esta en comparación con la suya era escasa, así que aunque lo golpeaba, el siguió avanzando hacia la mujer hasta llegar a ella y ordenarle con voz potente mientras apretaba con fuerza su delgado cuello.

-Libéralos ¡Ya!

Ella lo hizo con un ademán de su mano segundos antes de caer inconsciente.

Luzbell vio a los ángeles en la cama despertar de pronto y respirar profundamente para intentar recuperarse.

-Hariel... Mi deuda contigo está saldada-le dijo mirando sin disimulo su desnudez-¡Vaya que gran autoestima tienes! Y tú Miguel, lo había olvidado, una absolutamente pequeña.

Al salir cruzó volando bajo los pasillos y recovecos del Palaciovhasta llegar a la habitacion que compartia con Jayán.

-¡Rápido Centinela!Debemos irnos. Los arcángeles están aquí-le dijo al entrar y verlo recostado.

-¿Dónde demonios estabas?-bramó Jayán,y luego meditó en sus palabras-¿Están aquí?...¿Cómo escaparon de la fisura y de la prisión del tiempo?

-No lo sé.vY no tenemos tiempo de averiguarlo. Hay que irnos-lo apuro-.

Su amante se levantó, caminó hasta él y lo abrazo por la cintura.

-¿Para qué huir? Sabes que tengo suficiente fuerza para enfrentarlos... ¿O será que temes porque tú no la tienes?

Luzbell dejó caer coquetamente sus largas pestañas que enmarcaban bellamente sus ojos. Celestes, de nuevo.

-Si. Sabes que soy vulnerable, ¿Piensas arriesgar mi vida aquí? ¿En un terreno desconocido?

El otro se rió ante su frágil postura y bajó una sus manos de su cintura a su redondeado trasero.

-Tienes razón, belleza mía, este no es el lugar correcto. Y aparte, ¿Qué harías?¿ Cómo se defendería mi princesa? ¿Les tiraría su tiara por la cabeza?

Por unos segundos más Jayán se rió de su propio chiste, ante la forzada sonrisa de Luzbell, luego se calló, y salió con él hasta llegar a una de las ventanas que rompió con el puño para darles una improvisada salida.

Mientras alzaban vuelo Luzbell sonreía.¿Qué qué haría él le dijo?. Pronto lo sabría, y sería para él toda una sorpresa.




Los seres se abalanzaron sobre nosotros en un santiamén. Con nuestras espadas desenvainadas los enfrentamos aguerridamente.

Sin dejar que nos tocaran les cortamos pies, manos y cabezas, que salian volando y terminaban rebotando en el lujoso suelo de mármol.

Rodeamos a Ana mientra los embestíamos sin piedad. Eran muchos y estaban enajenados, pero nosotros éramos hábiles y rápidos y estos no lograban hacernos daño.

Hasta que desde arriba, en el trono, una voz rugió en medio del completo silencio.

-¿Quién osa entrar en mi palacio y arrasar con mi gente? ¡Voy a despellejarlos y despedazarlos vivos!

Temí un poco al verlo,:era un hombre imponente.

Venía hacia nosotros cuando los vi, detrás de él, descendieron Hariel y Miguel.

Mire un segundo a los ojos de mi esposo que me sonrió y luego dio el primer golpe en el Rey, que ya se había volteado hacia ellos. Este golpe hirió el muslo del soberano, y otro más de Miguel uno de sus brazos.

Con agilidad y fiereza,descargaron uno y otro impacto de acero sobre él, que lanzaba rayos de sus manos que no daban en el blanco por su rapidez pero sí en las columnas que empezaban a desmoronarse.

-Esto se va a caer-me dijo Uriel, después de dar muerte al último de nuestros atacantes.

Miré las inestables columnas y entendí que la caída del techo era inminente.

Cuando volví mis ojos a la batalla noté que uno de los rayos había alcanzado a Miguel quien sangraba profusamente de un costado.

-Hariel, se va a desmoronar-le grité señalando el techo.

Y como si esa observación le hubiera dado una fuerza extra él clavó sus dos espadas en el pecho del gobernante, que cayó a tierra muerto y haciendo un estrepitoso sonido.

Los vi volar hacia nosotros, pero antes de que llegaran percibí un delicado toque en mi pierna y un par de ojos celestes que me miraban desde el suelo.

Era una de ellos, pude presentirlo, su cabello rubio estaba manchado con la sangre que brotaba de un costado de su cabeza.

Alcé mi espada para terminar con su maléfica vida y largarnos de ahí cuando vi que ella miraba suplicante a mi esposo que se acercaba sosteniendo a Miguel.

-Por favor Hariel. Detenla-dijo-Solo tenía vacio dentro de mí, pero hace unos segundos eso cambió. Tu semilla encontró mi esencia. Espero un hijo tuyo.

Mercenarios.Kde žijí příběhy. Začni objevovat