Húmedas interrupciones.

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En voz de Wrathly...

Mi madre me ha pedido, de forma encarecida, que regrese a casa, nuestra última conversación no salió como la esperaba. Duramos casi dos horas, traté de llegar a un acuerdo, me costó bastante, pero accedió cuando le prometí que tomaría el primer vuelo al resolver un asunto de suma importancia para mí.

No abundé demasiado en el asunto, a pesar de que me bombardeó con cientos de preguntas. Amo a mi madre, el único problema es que tanto amor me asfixia. Si no hubiera contado con la ayuda de mi abuelo, mi padre y Akos, bien estaría encerrado en una torre como si fuera una princesa, porque según ella, su único deseo es que nada malo me pase.

Me río para mis adentros, pienso en quién de los dos saldría ganador si se diera una lucha entre mi madre y el señor Kauffmann. Los dos son huesos duros de roer, poseen una personalidad bastante fuerte.

Alejo las cavilaciones de una batalla que difícilmente sé que se resolverá. Debo de ponerme a practicar para mi próxima evaluación con el señor Kauffmann. No puedo cometer el error de confiarme y más cuando, según las propias palabras de él, no soy alguien digno de ganar la competencia. Y no es que no tenga razón, en verdad no necesito de la beca para lograr algunas de mis metas. El único problema es que no deseo ser un violinista reconocido por estar bajo la sombra de mi apellido. Estoy cansado de que muchas cosas que he logrado, en parte hayan sido cuando un jurado se entera de mi linaje.

Por eso decidí participar en la beca Perlman. Sé cuáles son sus normas y que en esta competición a los jurados no les da ni frío ni calor tu procedencia y de quién seas hijo. Ganarla será para mí la confirmación de que tengo talento y que puedo lograr todo lo que me proponga... Hacer que otros apuesten por mi talento es maíz de otro costal. Contar con padres influyentes siempre trae sus ventajas y desventajas, es muy difícil destacarte por ti mismo. Es como una espada de dos filos, tienes que saber cómo manejarla porque si triunfas, dirán que fue porque te colgaste de la fama de tu apellido, pero si fracasas, todos dirán por qué desperdiciaste tu tiempo.

Me estiro como si fuera un gato sobre mi cama, hace rato que Akos se llevó a mis pequeños a un centro veterinario que queda cerca. Estar sin hacer nada me aburre, me levanto y hago lo que él desde pequeño me enseñó que hiciera todas las mañanas. Me tiro en el piso para hacer mis reflexiones, así trabajo la espalda alta, pectorales, hombros y brazos. Después hago un poco de ejercicio cardiovascular, salto, hago sentadillas y abdominales. Por primera vez lo hago a mi modo, pues si Akos estuviera aquí, me entrenaría como si él fuera Rocky Balboa y yo su pupilo Adonis Creed.

Al finalizar mi sesión, camino poco a poco en dirección a la mesa en donde creo que dejé mi mochila, después de dejar a Luccas en su casa y de recibir en todo el trayecto las reprimendas de Akos alegando que actué de manera imprudente y torpe al permitir que él condujera el Audi, al final, solo fue puros rayones, nada del otro mundo. Cuando llegamos al hotel, me amenazó que a primera hora de la mañana llamaría a mi madre, que tendría que lidiarme solo con ella.

Fiel a su promesa, mi mañana comenzó con la insistencia de mi madre para que regresara. Me gustaría poder ver su cara cuando se dé cuenta de que me salí con la mía, aunque sea por poco tiempo. Busco mi mochila cuando el fuerte golpe en mi rodilla me indica que llegué a mi objetivo, procedo a palpar entre los objetos que están sobre la mesa, sin lugar a dudas mi morral no está aquí.

Siento la ligera impresión de que lo tiré sobre el colchón y que no lo coloqué sobre la mesa como pensé. Con el dolor punzante en mi rodilla, regreso a la cama. Empiezo a palpar sobre esta. Algo cae sobre mi pie y como acto reflejo, lo pateo muy fuerte lejos de mí.

En un nanosegundo, mi cerebro procesa que lo que acabo de patear posiblemente era mi mochila, me golpeo la frente con la palma con frustración ante mi torpeza. Me arrodillo en el piso, sé que daría lástima si alguien me viera. Comienzo a gatear como si fuera un bebé, estiro mi mano y trato de dar con el dichoso morral. Lo más sensato sería esperar a Akos para que me ayude. Sin embargo, hacer eso me haría sentir más inútil de lo que soy.

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