¿En qué estamos tú y yo?

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Estiro tanto mi cuello hasta el punto de casi desprenderlo. Estoy muy tensa, cansada y ansiosa. Ayer tardamos horas en grabaciones, más que todo en la búsqueda infructífera de la química inexistente entre Peter y yo.

Luccas luchó contra mi desánimo, me mostró el video sin editar de Wrathly y la hiena de largas pestañas, en un intento de revivir mi deseo de ser mejor que Emily. Su punto era mostrarme que podía hacer lo mismo que ellos, lo intenté, lo admito, pero fallé en el primer intento. De solo pensar en ellos, se me revuelve el estómago. No entiendo por qué Kauffmann se empeñó en hacer él mismo las asignaciones, era más fácil para todos que cada quien eligiera a su compañero. Si lo hubiera hecho con Wrathly, otro gallo hubiera de cantar. Con esto no digo que Peter fue un mal compañero, el problema siempre fui yo.

Reconozco que fui una pésima compañera, hasta siento lástima por Peter White. No puedo culparlo, cuando terminamos las grabaciones, salió del lugar como alma que se la llevaba el diablo, aseguró su creciente malestar junto con el fuerte golpazo que le propinó a la puerta. Tampoco llegar a mi casa y acostarme sin cenar, me hizo bien. Me comporté de manera muy patética e infantil, lo sé. Mi comportamiento no tiene justificación. Hice de esas horas un verdadero infierno, tanto para el pobre de Peter y todos lo que se ofrecieron de buena gana en ayudarme.

Sin contar que vendí mi amigo a la irritante de Juliannie.

—Antes de que continúes con tus planes de suicidio —comenta Lynn—, ¿podrías dejarme por escritor tu sillón?

Miro a mi amiga que está tendida en el frío piso del salón de actos, también se le nota el cansancio por el día de ayer. Gracias a Dios que fue a rescatarme de las garras del cepillo de Juliannie.

—No pienso matarme, Lynn. —Siento un molesto estirón en los músculos de mi cuello—. Y desconocía que te gustara mi sillón.

—No me gusta en absoluto. —Mi amiga se pone de lado y recuesta su cabeza sobre su antebrazo—. Solo dije algo para que dejaras de hacer lo que estabas haciendo.

— ¿Estirarme?

—Eso es lo de menos, Peach. Desde que ese viejo de Kauffmann frustró tus planes, dejaste que eso influyera en tu estado de ánimo y no solo eso, te encargaste de fregarnos la existencia a todos.

Giro mi rostro para no verla. Sus palabras añaden más sal a mi herida. Nada justifica lo que les hice pasar. Peter puso todo su empeño en que el vídeo saliera bien. Fui tan egoísta que nunca me pregunté si él quería hacer la grabación conmigo. Nunca lo escuché quejarse o lamentarse. La única opción que le hubiera quedado, sería haber colaborado con la hiena y me cuesta reconocer que ella hubiera sido mejor compañera que yo.

Aún con el peso de la culpa, empiezo a estirar mi cuello de un lado hacia otro. Solo musito un inaudible «lo siento» a mi Lynn, sé que ella espera que diga algo, debería de hacerlo, mas no tengo ánimos. Me levanto del piso y me dirijo hacia el baño que se encuentra en la parte de atrás de la tarima.

En el pasillo casi sin iluminación, en donde se guardan algunas piezas que son utilizadas en casi todas las presentaciones, estudiantes se mezclan con los cables y aparatos electrónicos tirados en el piso. Todos sabemos que debemos de caminar con cuidado, pero en este caso, camino sin prestar mucha atención a esa advertencia.

Entro y cierro la puerta del baño, abro el grifo del agua para empaparme el rostro. Está un poco fría, se me eriza la piel aparte de que se me escapa un pequeño grito. Al levantar mi vista, veo mi reflejo en el espejo. Una sonrisa agridulce aparece en mi rostro. Ahora me siento peor de como estaba.

Termino de refrescarme y reviso mi reloj. Mis amigos y yo acordamos saltamos nuestra siguiente clase juntos, para ganar tiempo y enviar el vídeo a Kauffmann. Sin embargo, Luccas todavía no hace acto de presencia. Lynn entró al salón de actos; muy callada, mientras yo estiraba mi cuello y evadía mis pensamientos de culpabilidad.

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