Sirena vs Ballena

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Escucho las instrucciones la azafata de apellido Fischer, nos indica con amabilidad, a todos los pasajeros, que nos coloquemos nuestros respectivos cinturones, porque en pocos minutos partiremos hacia Berlín. Lo hago de inmediato y en menos de quince minutos, despegamos. Cuando el avión despega, siento una sensación de caída que me obliga a realizar una serie de respiraciones cortas y profundas.

Volaré unos 410.16 km, desde Vaduz a Berlín, y es una verdadera pena que no podré ver cómo cruzo los valles y observar el río Rin desde arriba, pues mi paisaje será todo oscuro. Los vuelos nocturnos son un poco más económicos y debo de ahorrarme hasta el mínimo euro si deseo sobrevivir por mí misma en Berlín. Sin embargo, esta penumbra no tiene nada que envidiarle a mi estado de ánimo. Toco mi rostro, me duele más el recuerdo que la quemazón que siento en la piel. Mis ojos se llenan de lágrimas al recordar lo que ocurrió hace unas horas atrás.

Una parte de mi corazón se rompió, nunca pensé que tanto mi padre como yo, llegaríamos a ese nivel. Cada uno defendió su punto hasta llegar a agredirnos, no solo de palabra sino. Físicamente. Esto me hace sentir como la mierda. Lo amo con todo mi corazón y todo esto es casi imposible de digerir. Junto los párpados, lucho contra las náuseas que queman mi garganta cuando repito una y otra vez la escena del altercado con él. Después de darnos nuestras respectivas bofetadas, entramos en el juego de no hablarnos. Tomé mis maletas y en todo el trayecto hacia el aeropuerto, no cruzamos ni media palabra. Nos sentíamos heridos y ofendidos. Siempre he pensado que soy una persona fuerte y capaz de manejar cualquier situación que se me presente. No obstante, qué equivocada estaba. No puedo comparar este nivel de dolor, me duele mucho.

Cuando llegué al aeropuerto, mis amigos me esperaban con la intención de desearme buena suerte y despedirse de mí. No soy tonta, sé que ellos se dieron cuenta de que algo no andaba bien entre mi padre y yo. Les agradezco enormemente que no me hicieran preguntas. Mi despedida con ellos fue algo fría, sin emoción, porque me sentía entumecida. Actuaba en modo automático, trataba de controlarme para no buscar su apoyo. No puedo ser egoísta y dejarlos preocupados. Lynn y Luccas son más que mis amigos, son mis hermanos por elección propia y si tengo que ahogarme en mi tristeza para que ellos no se preocupen, me ahogaré feliz.

Abordé el avión con miles de pensamientos en la cabeza. Sé que no debí de haberle levantado la mano a mi padre y me duele que me haya engañado sin necesidad. Mis palabras hacia mi maestra, las dije en el calor del momento, aunque eso no quita que haya reducido su personalidad a los calificativos despectivos como zorra o puta. Llevo mis manos hacia mi estómago, este comienza a dolerme. Trato de realizar una serie de respiraciones y hago lo posible por controlarme. Me siento rota. En parte es porque creo que mi problema con mi papá siempre radicó, en primer lugar, en su negativa en aceptar a Wrathly.

No logro entender su santa inquisición, sus preguntas y, sobre todo, su actitud. Siempre me instó a que hiciera cosas propias de mi edad, como divertirme y tener novio. Si nunca pude tener un novio, fue debido a varias razones, pero alegar que elegía a un chico ciego para que no se fijara en mis dimensiones, es algo totalmente tonto.

¿Acaso es Wrathly tan tonto como no darse cuenta de mi silueta cuando me abraza? ¿Acaso una persona que no tiene las siluetas establecidas por la sociedad debe de carecer de amor? La decepción que siento por los razonamientos entre mi padre y mi maestra, daña mi corazón. Un sollozo enjaulado se escapa de mí. Aunque no lo crea, me hace bien dejarlo salir. Sonrío con tristeza, cómo duele ser enjuiciada por mi papá y Mary. Me gusta Wrathly por muchas razones y aún estamos en pañales. Sé que podemos abrirnos paso a través de mi gordura y de su ceguera.

El problema entre Wrathly y yo, es mi temor en salir herida. Perderme en los caminos espinados del amor y que me abandone a medio camino. Una vez leí que amar es tirarse sin paracaídas, pero yo le tengo miedo al golpe. A eso se resume mi relación con él. También le puedo agregar mi temor a las futuras intervenciones de la víbora roja. Ella no me lo pondrá fácil. Más ahora que estaré en su territorio y estaré sola sin la protección de mis amigos.

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