Las Víboenas

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Respira, Peach, respira lo más profundo que puedas, que estés rodeada de una víbora y una hiena, no significa que permitirás que te coman viva. Recuerda mantenerte en alto, que todo fluya, pero que nada te influya.

Debajo de la mini tarima, diseñada por Kauffmann, para hacerme sufrir y camino con lentitud hacia mis enemigas. Mady me dedica una sonrisa al puro estilo de Cersei Lannister, mientras que Emily al estilo de Margaery Tyrell. Que se jodan las dos. Me comportaré como Daenerys Targaryen; si me llegan a sacar de quicio, que no se quejen cuando diga Dracarys y las calcine.

—Hola —digo e intento pasar a través de ellas.

—Caminaba por aquí y me encontré a tu amiga Emily —gorjea Mady de lo más casual.

Caminaba por aquí, mis ovarios, Mady.

—Me alegra mucho que la "casualidad" jugara de su parte. —Arqueo una ceja—. Si me disculpan, tengo que continuar con mi entrenamiento.

—Mady se ha ofrecido a que tomemos un café, Peach —interviene Emily.

La invitación cuelga en el aire, espesa todo de paso. Mi piel se estremece de solo pensar en sentarme a tomar un café con ellas. No deseo que piensen que me aterra su presencia, no soy una chica débil. Esta indecisión me mata. Miro hacia los lados y veo a Kauffmann hablar con las pocas personas que se quedaron a escucharme, lo más seguro es que le inquiere sus impresiones a mi presentación. Podría utilizar esto para zafarme de estas dos.

—Me encantaría, chicas. —Aspiro profundo—. Pero tengo cosas por hacer.

—Si el problema es Kauffmann... —refunfuña Mady, sonríe de forma maléfica—. Yo podría solucionarlo.

Se dirige hacia un Kauffmann, no muy contento con su intromisión. Desde aquí veo ademanes y miradas hacia mi dirección. En mi corazón se enciende una chispa cuando lo veo negar con la cabeza. Aunque en mi vida esas chispas de esperanza y alegría se apagan más rápido que un pestañeo, contemplo cómo poco a poco el veneno de Mady traspasa la coraza de hierro del hombre hasta hacerla erosionar.

Cómo me duele verlo asentir y me enoja ver cómo la sonrisa de esa víbora se ensancha. Comienzo a sudar en frío, volteo la cabeza incapaz de mantener la calma. Me reprocho por estúpida, debí de ser honesta y decirle que no me apetecía estar con ellas, pero así soy yo. La chica con una inestabilidad emocional enorme, la que dice que sí, cuando desea decir no y hace cosas que no quiere, solo por el mero hecho de agradar.

Mady me informa con una sonrisa que Kauffmann me concedió una hora para que podamos tomarnos un café; en mi mente no dejo de estrangular a mi instructor por semejante payasada. Hago una mueca y doy un paso atrás.

—Necesito practicar —murmuro.

—Ay, por favor, Peach —se queja Emily—. ¿Tienes miedo de tomarte un café con nosotras o qué?

—No, no es eso. Es que...

—¿Es que qué? —cuestiona Mady, quien me analiza con hastío.

Vamos, Peach, solo diles la verdad. Diles que mejor me tomo un vaso de ajenjo con pimienta junto con Hitler y Stalin, en el infierno que pasar una hora con ellas. Me comienzan a temblar las manos al no poder encontrar el valor de expresarles lo que siento. Mi silencio lo toman como aceptación y empiezan a caminar muy seguras de que las voy a seguir, eso es lo que precisamente hago. Detesto cuando me comporto de esa manera, soy tan incongruente, pocas veces digo lo que pienso y muchas veces hago lo que no quiero. Tal vez tenga que admitir que tengo serios problemas emocionales. Hace unas pocas horas, peleé con el falso de Wrathly y creo que salí victoriosa. Aún no he podido analizar las cosas, pero, por lo que sé, él es culpable por ocultarme ese tipo de información. Me dejo ver como una idiota delante de su familia y de su queridísima amiga.

Soldat Donde viven las historias. Descúbrelo ahora