Capítulo 13

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—¿Por qué las mujeres son tan confusas?

Byron y yo estamos en la cocina comiendo pastel de carne.

—Porque son mujeres.

—¿Por qué no dicen nada y al mismo tiempo lo dicen todo?

—Porque son mujeres.

—No me estás diciendo nada.

—Exacto —me señala con su dedo indicie, cual maestro instruyendo a su alumno más asno—. Ese es el meollo del asunto.

Cálmate, maldito sabelotodo.

Pongo los ojos en blanco.

—Es más fácil de lo que parece y a la vez no lo es —continua.

—Tienes que explicarte mejor.

—Nunca vas a entender a las mujeres, Oliver. Simplemente —Se encoge de hombros y sacude las migas que cayeron sobre su camisa—, escoges una o una te escoge a ti e intentan que funcione. Y ya. 

¿Y ya? De inmediato pienso en Andrea.

—Eso no tiene sentido.

¿Por qué estoy pensando en Andrea?, ¿Acaso quiero que…

—Por fin me estás entendiendo.

Al diablo con él.

—¿En serio lo hago? —pregunto sarcástico y me sirvo más pastel.
El timbre suena y dejo caer mi tenedor de inmediato. Corro a ver quién es.

—¿Andrea? —pregunta Byron.

—Eso creo —digo no tan seguro.

Pero, ¿quién más puede ser?
Aún así, miro el reloj de la sala y me percato de que apenas son las dos de la tarde. ¿Andrea aquí tan temprano?
No quise enviarle un mensaje porque no sé si eso hubiera estado bien. Entiéndame, apenas estoy intentando entender a las mujeres.

Abro la puerta y si, es Andrea. Pero está caminando hacia la calle, yéndose.

—¿Andrea?

Se detiene cuando me escucha. Corro hacía ella y lentamente se vuelve.

—Abriste —susurra.

Sus ojos color avellana están hinchados. Otra vez ha estado llorando.

—Si… —digo pensando en qué pudo haber ido mal—.  Usualmente cuando alguien toca la puerta, abres.

Ella sonríe a pesar de que mi intento de broma apestó.

—A menos que no quieras tener cerca a esa persona.

Sí, pero ¿por qué no te querría tener cerca a ti?

—¿Qué va mal? —pregunto.

Andrea no dice nada, simplemente se queda de pie frente a mí, en apariencia arruinada.

Apoyo mi mano sobre su espalda. —Ven —le pido y caminamos de vuelta a mi casa.

Ya dentro, la guio hacia un sofá de mi sala. Ella se sienta apoyando su cabeza en el respaldo, como si quisiese dormir. Parece perdida. Nunca la había visto así.

Tengo que hacer algo. ¿Voy por agua? ¿Voy por un médico? Tengo que hacer algo.

—Espérame aquí —le pido.

Voy a mi habitación y busco los discos que Byron me regaló. Cuando regreso a la sala conecto la DVD.
Cuando todo está listo me siento junto a Andrea y espero a que empiece el video.

La mala reputación de Andrea Evich ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora