I

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Naruto Uzumaki se deleitaba escuchando la delicada voz de su compañera de cama, Hinata Hyuga ―una loba bastante amable y cariñosa―, quien después de una buena hora de sexo se dedicaba a darle algunos mimos y contarle lo que pasaba con los nuevos cachorros que habían tenido su madrina Kurenai y su compañero Azuma. Naruto no se consideraba alguien paciente, de haber sido cualquier otra mujer u hombre ―ya sea humano, cambia-formas, vampiro, o lo que sea―, lo habría despachado inmediatamente de su cama y se hubiera puesto en movimiento con su patrullaje habitual. Pero ese no era el caso, a su lobo interior le gustaba mucho el olor de Hinata, así como su voz también. Aunque sus otros animales internos no pensaran lo mismo, eran bastante pacientes con la chica.

Acariciando el largo y sedoso cabello de ella, Naruto se giro para ver la hora en su mesita de noche. Las seis de la tarde. Acomodándose mejor en la cama se relajo por completo. Tenía al menos una hora más para empezar su patrullaje en sus dominios, como el Shihai-tekina ― el más poderoso de todos los licántropos ― su palabra era ley. Mucho había cambiado a lo largo de los siglos, pero una cosa sigue siendo la misma. Sólo un Alfa poseía el Shihai-tekina, es decir, llevaba la marca de todas las razas y poseía la capacidad de cambiar a cualquiera de ellos. Eso significaba que todos los cambia-formas le debían sumisión total y respeto. En el país del fuego, él estaba a cargo, y eso no estaba abierto a discusión.

Pero en estos momentos, lo único que le apetecía a Naruto es perderse en los dulces muslos de Hinata y saborear la dulce crema que se deslizaba por estos.

―¡Naruto! ―grito una voz masculina antes de entrar a sus aposentos de forma precipitada. Si hubiera sido cualquier cambia-formas el que haya interrumpido su diversión, Naruto le fuera rebanado la garganta. No era para nadie un secreto lo mucho que a él le gustaba su intimidad, y todos lo respetaban. Sólo existían cuatro personas en todo el mundo que se atrevían a interrumpirlo en cualquier situación sin importarles o temer que él les diera un mordisco en el culo. Y entre ellos se encontraba su tío Iruka ―aunque no era su tío de sangre, lo quería como tal. Después de todo, lo crío desde cachorro―, aunque su tío no era para nada mal educado y siempre respetaba su espacio, debía ser algo de suma importancia si se encontraba tan agitado.

―¿Qué pasa? ―pregunto de manera perezosa aún sin importarle que su tío lo observara mientras jugueteaba con el pezón izquierdo de Hinata.

―Renegados ―fue todo lo que dijo, y aún así Naruto ni sin inmuto.

―¿Y eso qué? ―Pregunto poniendo los ojos en blanco, para continuar con una calma que resultaba inquietante―. Si tu estas aquí sólo y sin el pervertido de mi tío Kakashi entonces eso quiere decir que él, Shikamaru, Chouji se están encargando de la amenaza. Así que dime lo que en realidad quieres decirme.

Iruka suspiro mientras veía como los ojos azules de Naruto lo miraban intensamente sin dejar de jugar con los pezones de la pequeña loba que se retorcía en la cama. Era una advertencia clara y concisa. Habla o te joderé.

Sabiendo que si seguía tratando de buscar una excusa para qué Naruto no castigará a Karin, sólo conseguiría que este se cabreara aún más.

―No vienen solos ―Naruto entrecerró los ojos e Iruka desistió de la idea de ayudar a quien consideraba una de sus sobrinas más queridas―Karin está con ellos.

Silencio.

Era todo lo que había recibido como repuesta. Si Naruto se hubiera puesto a gruñir, despotricar y gritar blasfemias contra Karin, Iruka se hubiera relajado un poco. Pero que la respuesta de su Shihai-tekina fuera silencio era lo peor de todo. Sabiendo que lo que diría a continuación sólo serviría para echar más leña al fuego, Iruka por poco decidía mantenerse callado. Pero no podía. Su lobo le exigía que le dijera todo a quien reconocía como su superior e Iruka no podía callar.

FrenesíWhere stories live. Discover now