XVIII

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Hola, mi dulzuras bonitas.

¡Espero estén muy bien! 

Lamento haberme tardado tanto, pero no sé si les conté que estoy cursando actualmente mi sexto semestre de Psicología, logicamente con el problema de la pandemia estoy viendolo online.

¡Dios me quiero matar!

Es horrible, sinceramente he estado tan saturada de trabajos y proyectos que estoy a un paso de tomarme un litro de cloro o de tirarme del segundo piso de mi casa. Eso sumandole los problemas de luz y de internet es la cereza de este pastel podrido.

Así que por eso no he podido actualizar. En recompensa, trabajé duro y les traje doble actualización. Espero les guste.

¡Gracias por sus comentarios, votos y mensajes! Son los mejores en serio, estoy muy agradecida por no abandonarme a pesar de mi falta de puntualidad para las actualizaciones. 

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¡Mamá!

El risueño grito infantil se escuchó por todo el jardín. Las carcajadas seguidas de ligeras pisadas pintaron una sonrisa en su rostro, llenándolo de expectación. Sin embargo, permaneció estático en su lugar y aguardó silenciosamente a que su cachorro diera con él.

Ya después lo reprendería por llamarlo mamá. Toda la culpa era de su estúpido compañero que se empeñaba en que su cachorro lo llamara así.

Una pequeña figura, preciosa y ligeramente regordeta saltó hacia él, el pequeño cuerpo infantil se sacudía en risas y el olor de la alegría lo envolvió como un manto. Llenando su corazón y alma de amor.

—¡Aquí estas mamá!¡Te encontré!

Unos preciosos ojos azules lo miraron con felicidad, el cabello rubio, lacio y largo, se balanceaba por orden de la brisa haciendo que su pecho se hinchara aún más. Definitivamente su compañero y él hicieron un precioso cachorro.

Riéndose bajito, abrazo el cuerpo de su hijo contra el suyo y lo arrolló suavemente.

—Bien, me encontraste —susurró mientras besaba sus mejillas haciéndolo reír y lo hacía sentarse en su regazo—. Te mereces un premio, cachorro.

El niño, asintió eufórico y respondió a los besos de su madre. ¡Le encantaban los premios!

—¿Que me darás? —su cuerpecito brincaba con emoción. Sasuke sonrió y lo miro con dulzura. Su hijo se parecía tanto a Naruto, que por momentos, se sentía envidioso. Lo llevo nueve meses para que el ingrato terminara pareciéndose exageradamente a su amante.

Entrecerró los ojos fingiendo pensar. Hizo un sonido de aprobación como si finalmente obtuvo una grandiosa idea.

—¿Qué tal si buscamos a papá, comemos un poco de ese ramen tan feo que le gusta y lo consultamos con él? Probablemente te lleve para entrenar o corretear por el bosque. ¿No te gustaría?

Su hijo, lo miro sorprendido. Su rostro aniñado expresaba duda.

—Pero hoy no nos toca ir a llevarle flores a papá. Además, ¿cómo podría enseñarme? —su hijo arrugó su ceño y sus ojos se pusieron acuosos, mientras bajaba el tono de voz—. Papá ya no puede enseñarme...

La sonrisa en su rostro se congeló y su cuerpo se enfrió rápidamente. Las palabras de su hijo resonaron en su cabeza durante largos segundos.

FrenesíWhere stories live. Discover now