He acabado contigo tantas veces en mi mente; que al verte casi se me salen las palabras hirientes. Esas que tanto temo decirte, esas que tanto te mereces.
No has dejado que sane la herida; infinidad de veces has cruzado por mi mente tratando de idear la forma de reavivar la puta llama. Todo está perdido. Tú estás perdida.
Termino una estrofa y ya voy ideando otra, mi andar me culmina a apresurarme, estoy a nada de tocarte. Siempre me detengo justo antes de hacerlo. Soy un cobarde.
¿Has sabido algo de ella? Yo creo que jamás la has sentido realmente. Para sanar, tiempo y soledad. Tú qué sabrás, si en cuanto me marché buscaste otra piel.
¿Eso es lo que tanto querías? Alguien nuevo, con mejores movimientos. Lo siento... Desvarió. No puedo creer que te hayas ido. Me dejas aquí, te perdí.
La soledad me abrazó tiernamente. Es un lugar frío, pero como te dije una vez, todo está en la mente. Para mí sigues aquí, susurrándome al oído. Casi puedo verte recostar sobre mi ombligo.
Tengo miedo de despertar, la más intensa pesadilla no se equipara a la realidad. En esa todo es falso, en esta, tu partida, mi dolor; todo es real.
Hablé maravillas de ti, y ahora mi boca he tenido que zurcir. Todas mis palabras me las he tenido que tragar, y lo que antes veía, ya no aparece más.
Es el arte de amar; la mísera vida de un enamorado. El tiempo detenido, la boca sedienta. Sin razón tener miedo de perder algo que nunca me tuvo que pertenecer.
Buenos días, princesa. ¿Has dormido bien esta noche? Yo me he quedado en vela de nuevo, disfrazando el dolor por cansancio, dándole de comer los gusanos... Haciendo del oscuro rincón mi sitio; de la dulce luna mi sol.
Y en mi pecho hay algo muerto. Un vacío que llenaste con esperanzas; las mariposas mueren. Todo lo que algún día fue, se acaba; pobre de mí, jamás entendí que nada es para siempre.
Que las palabras, son solo eso.
Que el tiempo, es relativo.
Que el amor siempre se va.
Que el interés se vuelve hastío.
Que tú nunca fuiste mía.
