Hace tiempo que no conocía a alguien como tú. Alguien que con una palabra, con una mirada me hiciera estremecer como lo haces. Tu ausencia me desagrada y tu presencia me alerta. Estoy siempre pensando en ti, pendiente de ti y no lo oculto. Me han preguntado por ti las personas equivocadas. Debo decir que nunca me han gustado las mentiras, por ti he mentido. Admito que no sé cómo ocultar la luz que emana de mí al verte. Ni sé cómo aminorar este calor en mis pomulos, o el tic nervioso de mi pie cuando estoy charlando contigo. Tengo nervios de cada palabra y cada sonido que sale de mí. Tú me haces ser espontáneamente calculador. Y...qué lástima que mi corazón está ocupado ya. Pudimos haber redescubierto el mundo, mano a mano, paso a paso. No sabes lo difícil que es para mí decirte que no; tú claramente eres mi otra mitad. ¿Pero quién soy yo para atraerte hacia mí?, ¿qué tan egoísta debería ser para hacerte quedar cuando no hay lugar en mi vida para ti? No ahora. Quizás nunca. Te dejo en libertad, con estas palabras y con el dolor más profundo en mi alma, con el corazón roto y la felicidad entrecortada. Te dejo ir, pues... si yo estuviera en tu lugar agradecería la sinceridad de la persona que seguramente es mi alma gemela. Y pondría, como ahora, tu felicidad y la mía antes que la de los demás. Quién soy yo para retenerte... En la vida hay ciertas oportunidades que uno no puede dejar pasar... pero por el bien de mi estado mental... de mi corazón malherido, de la persona que inoportunamente llegó a mi vida antes que tú; debo dejarte en libertad. Un beso al aire, y un disparo al pecho. Nunca olvides que yo te amé incluso sin conocerte y seguramente te seguiré amando aunque no vuelva a verte nunca más
