Suyo

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"¿Quieres patinar conmigo? Quiero conocerte..."

El rostro desconcertado de Yuuri se le hacía adorable. Sus ojos se habían ampliado un poco más de lo normal, lo miraba como si fuese una ilusión frente a él, y sus labios se movían como querían balbucear cosas que no logró formular en su cabeza.

Adorable. Veía a ese niño que tanto quería.

—Yuuri~... Lo diré otra vez, ¿quieres patinar conmigo? —insistió, reprimiendo una risita natural que quería escapar de sus labios.

Era extraño reír y sonreír con naturalidad, no estar fingiendo verdadera felicidad. Pero, no podía evitar ese sentimiento que le embargaba cada vez que veía los ojos ajenos; si, su color era el más común del mundo, el mismo color que millones de personas tenían, pero él los hizo su favoritos desde el primer momento que los vio, y sintió que podría seguir viéndolos por millones de años más, y seguirían inquietando su corazón.

—¿P-patinar contigo...? Quieres decir... ¿hacer una presentación juntos? —preguntó el japonés.

Bien, no era lo que Viktor había pensado, pero al ver la cara de ilusión y de miedo en el rostro del japonés, se preguntó si es que tenía el valor para decirle que no era aquello lo que pensaba. Aunque lo admitía, no era una mala idea.

—¡No! —respondió con una sonrisa—. Solo había pensando en aprovechar la mañana y ensayar juntos~... Podría enseñarte algunas técnicas, tiendes a fallar mucho en los saltos.

Aunque sus palabras fueron con sinceridad, y sin el deseo de querer hacer sentir mal al japonés, el rostro de Yuuri se tornó algo desanimado, murmuró que sabía que tenía mucho que mejorar, y lentamente se alejó hacia un rincón de la pista a seguir practicando. Viktor se preguntó si es que había hecho algo mal...

Primer intento para acercase: fallido.

Viktor se quedó mirando por un momento al japonés, pensando en qué había hecho mal, pero no encontró la razón. Se alzó de hombros, y tras darle una pequeña mirada al patinador japonés, se dirigió a cambiar sus zapatos por sus patines de navajas de oro.

Le había tomando un par de años, y muchos ahorros, para tener esos patines. Era de los pocos gustos que se había dado con los años y el esfuerzo, tenía un deseo mucho más grande que le había tomado años y mucho dinero realizar, y al fin estaba por completarse pero le restaban unos pocos detalles.

Cuando se puso sus patines y volvió a acercarse a la pista de hielo, su mirada se perdió al ver como el japonés se movía de un lado a otro. Con tan belleza, tanta gracia, y al mismo tiempo; veía al mismo niño que recordaba, y al adulto a su lado.

Yuuri no era la más bella bailarina, ni el más bello de los patinadores. Era alguien común y corriente, que se esforzaba por lo que quería, y eran esos pequeños detalles que a Viktor lo tenían cautivado: descubría una nueva persona entre los recuerdos que tenía.

Pero, los ojos de su japonés estaban idos, nublados por miles de pensamientos, y una ligera expresión de molestia y tristeza podía ver en él.

—¡Esos sentimientos no van con la canción! —gritó Viktor, asustando al muy concentrado japonés.

—Y...yo... No estoy patinando con música...

—Pero yo veo la música en tu cuerpo, y los pasos que hacen no pegan para nada con esa expresión depresiva.

Yuuri no supo que responderle. Se sentía avergonzado de mostrarle esa faceta suya a quien consideraba como in ídolo, un ejemplo a seguir y superar, y se sentía como un niño muy, muy pequeño al tener a Viktor frente a él, regañándolo por dejar que sus sentimientos interfirieran con su patinaje.

Al pasar de los añosWhere stories live. Discover now