Callar

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Cuando la puerta de la habitación de hotel se abrió, Viktor inmediatamente empujó a Yuuri hacia la cama. El japonés siquiera se resistió, solo se dejó llevar, ser empujado y sentir como el cuerpo del ruso se posicionaba sobre el suyo.

Yuuri se esperó un beso, algo, un toque o una palabra. Pero nada, solo sintió el cuerpo de Viktor tensarse sobre el suyo y no pasó mucho tiempo para que sucediera lo que se imaginaba. Pasó sus brazos alrededor de la espalda de Viktor, ambas manos en la amplitud de esta cubierta por la ropa, y la acarició. Lentamente, con calma y tranquilidad, esperando a que el ruso estuviera calmado antes de poder hablar.

Y para que le dejara libre.

Su pre-cita se había ido por un caño con la aparición de Masao... No, no podía culpar a Viktor de sentirse tan molesto, con esa aura asesina de querer lanzarle sus patines al ex novio, y los propios también. Solo podía quedarse ahí, abrazando al ruso que poco a poco le había robado el aliento, y luego mirarle a los ojos y asegurarle de que todo iba a estar bien.

Yuuri estaba a su lado, y no se iría.  

—¿Estas más tranquilo? —preguntó, acariciando el cabello plata de Viktor.

El ruso asintió, con su cabeza enterrada entre el hombro y cuello del japonés, Yuuri no pudo evitar removerse con una ligera risa ante las cosquillas que le provocaba. 

Pero, amaba esa cercanía entre ambos, y por nada del mundo quería separar a Viktor de su lado. 

—Lo siento, Yuuri... —murmuró—. De verdad, quería darte la mejor pre-cita de la historia, pero Masao la arruinó...

Dolía. Dolía ver la tristeza en los ojos de Viktor. El rostro del ruso no había cambiado en nada, pero sus ojos trasmitían perfectamente la tristeza que sentía en ese momento. Arrepentimiento, y enojo también, todos combinados y que relucieron en los orbes del ruso a cada momento que miraba a Yuuri.

Y Yuuri no podía evitar sentirse algo mal... No por la pre-cita arruinada, sino que también por sentir que incluso el rostro de Viktor triste, su preocupación por no haber tenido la salida que se merecían y más, hacían al japones caer más fondo por el mayor. 

—Viktor... —Lo besó—. Esta bien, no es tu culpa...

Antes de que Viktor pudiera reclamar algo (como sabía que haría), Yuuri volvió a besarlo. Una vez más y otra vez, y otra vez, y otra vez. Sus brazos se envolvieron alrededor del cuello del ruso, y por la posición en que estaban en la cama fue bastante fácil acercar sus cuerpo. 

Sentía necesitarlo, mucho más cerca de su corazón. Mucho más cerca de su alma.

Aun cuando Viktor estuvo sorprendido (pero no disgustado) por el beso del japonés, no demoró más de dos segundos en corresponder a cada beso con todo el amor que guardó y ahora podía dar hacia su Yuuri. Su cuerpo se relajó, y el deseo de querer ir más lejos, de profundizar ese contacto entre sus labios se hizo mucho mayor. Sus manos le ayudaron a sostener su peso y no posarlo todo sobre el japonés, lentamente entreabrió sus labios y la satisfacción llenó su cuerpo cuando Yuuri los abrió también. Un suave roce con su lengua en el labio del japonés fue suficiente para que el menor le diera permiso y, al fin, pudiera conocer el sabor de Yuuri casi completamente.

Había soñado con un beso profundo varias veces, con sensaciones que su cabeza agradablemente se encargó de producir, pero en ese momento; en que estaba besando a Yuuri como si su vida dependiera de ellos y podía sentir realmente como se sentían los labios y boca del japonés, Viktor estuvo seguro de que la ficción no superaba a esa dulce, tentadora y acogedora realidad.  

Al pasar de los añosМесто, где живут истории. Откройте их для себя