Quien soy

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Alguna vez, Viktor había escuchado que cuando apareciera frente a sus ojos eso que tanto quería, inmediatamente iba a reconocerlo. Se esforzaría, lloraría y sudaría hasta alcanzar su ideal. 

Pero, siempre creyó que solo sería eso, un "ideal". El deseo que trascendía de la típica pregunta para niños de "¿Qué quieres ser cuando crezcas?". Viktor jamás supo responder a esa pregunta, aun cuando Olga le preguntó miles de veces antes de que cumpliera los diez años, y aunque veía a los otros compañeros del orfanato responder con esperanza, e incluso a Levka responder lo que quería ser cuando creciera. Viktor no tenía ni idea. 

Era pequeño, no le importaba mucho lo que iba a pasar en el futuro, e incluso estaba seguro de que si decía algo al azar iba a olvidarlo rápidamente. 

No supo lo que quería hasta que cumplió 10 años. Y eso que quería para "toda la vida", no fue un trabajo o un ideal. 

No, fue un niño. 

Un pequeño japonés que le hizo conocer el amor que desde pequeño pareció faltarle. Esa comodidad, ese calor en invierno que solo se instaló cuando estaba con él. Ese calor que desapareció cuando el japonés se fue, y que regresó cuando volvió a ver ese rostro tierno y esos ojos inocentes mucho más maduros.

Si, amaba ese calor. 

Y no importa si se iba. Estaba seguro que al pasar de los años seguiría recordando como se sentía en ese momento. 

—¿Cómo te sientes? —preguntó Viktor.

Era la última noche antes de la final. Viktor había logrado conseguir una habitación que estuviera bastante alejada de la del resto de competidores. Sabía que en ese momento, él y Yuuri eran rivales e iban por la misma medalla, pero solo dentro de la pista.

Necesitaba sentir el cuerpo ajeno, sentir su calor y abrazarse al japonés tal como un koala. Necesitaba recordar cómo se sentía en ese momento; estando al lado de Yuuri, con uno de sus brazos sobre la cintura del japonés. Ambos cuerpos muy juntos y solo mirando el rostro ajeno, iluminado con la tenue luz que se filtraba desde la ventana del hotel que poco o nada dejaba ver. 

Pero el calor, el aroma y el tacto eran más que suficientes.  

Nada estaban haciendo, ni nada iban a hacer. Solo estaban recostados uno frente al otro, en la misma cama, con la misma necesitad de memorizar cada detalle del rostro ajeno.

—¿Estás nervioso? —preguntó Viktor una vez más.

Yuuri se removió, se acercó más al cuerpo ajeno.

—¿La verdad? Contigo aquí, no me siento tan nervioso por la competencia —respondió. Sus labios dudaron en hablar más, pero sintió que ese momento era el indicado—. Me siento más nervioso ahora mismo, Viktor...

—Ah, si, son los nervios previos a la competencia —Viktor besó su frente—. Ya pasará, si intentas no pensar en eso, no-

—No son por la competencia —interrumpió.

Yuuri se separó del abrazo. Se sentó en la cama, mirando el rostro sorprendido del ruso y cómo sus ojos trasmitían que no estaba comprendiendo lo que decía. 

Viktor vio temor, inseguridad y duda en los ojos de Yuuri. Le dolió, no quería ver esos sentimientos en esos ojos tan comunes pero tan especiales para él. Se sentó al igual que el japonés, manteniendo una distancia prudente entre ellos y esperó. Una palabra, una acción, pero Yuuri calló por muchos segundos en que se armó de valor y acabó por ordenar las ideas en su cabeza.

—¿Por qué este momento se siente como si fuera el último...?

Le tomó por sorpresa.

Al pasar de los añosWhere stories live. Discover now