Tal vez

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Viktor sabía que no debía beber.

Por muchas razones, siempre había intentando controlar ese impulso de beber e intentar olvidar todo lo que sentía a través del alcohol. Pero, no lo lograba. Sólo lograba ponerse horriblemente ebrio, y al día siguiente un dolor de cabeza o de estómago.

Cuando despertó, no estaba del todo seguro sobre como llegó a su casa, como logró acurrucarse en el sofá y encontrar las mantas que tenía ocultas en el ropero. Pero, ahí estaba, despertando con un leve dolor de cabeza que hubiese sido peor si no estuviera ha acostumbrado.

No quería moverse, temía que cualquier movimiento le hiciera marear y correr al baño, pero por suerte no sucedió cuando se acomodó mejor en el sofá. 

Las mantas sobre su cuerpo estaban más que cálidas a su alrededor, olfateo el aire y sintió que el ambiente a su alrededor era cómodo y familiar. Olía dulce, con el aroma de café y chocolate envolviendo su departamento; podía escuchar una suave risa, dulce y tranquila, y el ladrido de Makkachin en respuesta a la voz que hablaba con el can.

¿Qué pasaba? ¿Quién estaba cocinando?

Cuando quiso levantarse, la cabeza le dio vueltas y renunció a su intento de saber quien estaba en su casa. Podía ser un asesino serial, pero a Viktor no le importaba, sólo le importaba no hacer doler más su cabeza de lo que ya estaba.

—¿Viktor? —Sintió una mano pasarse por su cabeza, y alzar la mirada y salir de su escondite, se cruzó con la mirada del japonés y su suave sonrisa—. Buenos días... ¿te sientes bien? ¿te duele mucho la cabeza? 

¿Yuuri? ¿Qué hacia Yuuri...? Oh, cierto, ya recordaba perfectamente todo lo del día anterior. 

Por un momento, mientras no recordaba nada, se había sentido tan feliz y sorprendido de ver al japones; ver que traía puesto el chandal rojo y blanco con el nombre de Rusia al frente, pero tras recordar todo lo que había sucedido, todo lo que había dicho al japones; el pesar y la culpa cayeron sobre su cuerpo como un yunque. 

El rostro de Yuuri sostuvo una sonrisa hasta que el japones notó como el ruso bajaba la mirada, queriendo evitarle, y sus expresiones se volvieron algo sombrías, como una lucha que sucedía en su interior y Yuuri no sabía cómo sacarlo de ella. El japones se sentó a su lado, aunque casi aplastó los pies de Viktor, el ruso no dio ni una sola queja, solo los movió un poco dándole espacio al japones. 

Sin hablar, sin mirarse, con una incomodidad que volvió a crecer y que no había existido antes entre ellos. Viktor rememoraba las cosas que le había dicho al japones en el hospital, y Yuuri solo podía recordar lo cerca que habían estado de besarse la noche anterior.

Tan cerca... tan cerca, pero el alcohol tenía que hacer efecto en Viktor al último momento.  

Ambos suspiraron al mismo tiempo, y al darse cuenta de su sincronía casi perfecta, se miraron a la vez. Ninguna sabía bien qué tipo de cosas quería transmitir la mirada del otro, si era incomodidad por toda la situación, tal vez miedo. Si sentían nerviosismo y ansiedad al estar tan cerca el uno del otro, tal vez era un nerviosismo bueno, tal vez si era amor. 

Viktor fue el primero en apartar la mirada. Su rostro seguía siendo tan frío, tan neutro, que Yuuri podía asegurar sin problema que el ruso quería no dejarlo ver lo que sentía en ese momento. No quería dejarlo entrar a su corazón... y lo comprendía.

—Gracias por lo de ayer... —murmuró Viktor—. Tuve que haberte dando tantos problemas... 

—¡No, no! No tienes que agradecer nada—se apresuró a explicar. El ruso lo miró consternado—. Quiero decir... entiendo la situación, lo difícil que es para ti... 

Al pasar de los añosWhere stories live. Discover now