Nosotros

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Como un calor que recorría sus cuerpos, sentir al otro tan cerca y la suavidad de los labios ajenos, los hizo sentir en un vórtice donde todas las ilusiones, esperanzas y sueños que habían tenido se hacían realidad.

Los labios de Viktor era suaves y cálidos, no quiso ser más atrevido y profundizar, con tan sólo un beso inocente iba siendo suficiente.

Uno pequeño, uno inocente en el cual transmitía todo lo que había estado guardando por años. La mezcla de amor, felicidad y melancolía que Yuuri pudo sentir perfectamente. El japones se inclinó más hacia el cuerpo ajeno, y fue la oportunidad que Viktor había estado esperando. Abrazó la cintura de Yuuri con ambos brazos y lo apresó, no quería dejarlo ir nunca más, y sentir cómo Yuuri se aferraba con las manos a sus hombros, como le correspondía y le daba el permiso de profundizar mucho más el beso; le hizo sentir una plena felicidad que hace mucho había olvidado.

Y sentía tan bien sentir la plenitud recorrer su cuerpo. 

Se separó, buscando un aliento más en los ojos de Yuuri para continuar con lo que su pecho le dictaba, pero el japones continuó con los ojos cerrados, y grande fue su sorpresa cuando fue el turno del japones para inclinarse hacia él, envolver sus brazos alrededor del cuello de ruso, y volver a unir sus labios.

¿Qué había dicho sobre esperar? Ah, cierto. Ya no iba a esperar más. 

De alguna forma, sus pies se movieron por si solos, y sin jamás dejar ir los labios del japones, lo empujó contra la puerta del departamento. El sonido de la espalda de Yuuri chocar contra la madera fue un poco seco, resonó bastante fuerte, pero no fue un motivo para alejar sus labios de los del ruso o preocuparse de algo más. Quería sentirlo cerca, solo eso, siempre, siempre cerca. 

Los ojo del japones se mantuvieron cerrados, siempre, ido en la sensación que recorría su cuerpo por completo. Jamás se había sentido de esa forma, con escalofríos recorriendo su cuerpo y queriendo más. Más de ese calor, más de esos labios, más de Viktor.

—¡Ah! ¿Qué no tienen decencia? 

En cuanto la voz aguda llegó a sus oídos, Viktor y Yuuri se separaron de golpe, aunque eso significó que el japones, ante le susto, se golpeara la cabeza contra la puerta. Sus extremidades seguían entrelazadas, pero miraban con los ojos abiertos (Y uno de ellos con el rostro sonrojado), a la mujer de edad que se había asomado a la puerta y los había descubierto. La mujer había comenzando a regañarles en ruso, aunque Yuuri no comprendía ni la mitad de las cosas que estaba diciendo, se inclinaba en disculpa y repetía "Lo siento" en ruso, mientras que Viktor solo se quedó mirando a la vecina del japones con una expresión en blanco sin decir nada.

—V-Viktor —llamó el japones, hablando entre los reclamos de la señora—. Creo que ya debes irte...

—¿Ah? ¡No! ¿Por qué debería? Quiero quedarme con Yuuri. ¡Que ella vuelva a entrar!

Y entre los reclamos del ruso, y las palabras de la señora que desde el principio cuando se había mudado al departamento lo miraba mal, rápidamente lograban colapsar al japones. Por una parte, no entendía nada de lo que la vecina le decía, sabía que cosas no muy buenas por la expresión de enojo y amargada que tenía en el rostro, y que de vez en cuando pudo diferenciar una que otra mala palabra. Y, frente a él, Viktor seguía repitiendole que no quería irse.

Solo faltaba que el ruso se diera la vuelta y comenzara a discutir con su vecina... Pero antes que lo hiciera, Yuuri ya se había cansado bastante del escándalo que estaban formando a mitad del pasillo

—¡Ya basta! —gritó. 

Inmediatamente, Viktor y la señora callaron. La expresión de Yuuri era de temer, y ninguno de los dos se atrevió a decir ni una pequeña palabra.

Al pasar de los añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora