Tú y yo

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Era bastante común que los días en Rusia fueran fríos y oscuros, y más en aquella época del año en que se acercaban más y más al invierno, pronto la nieve volvería a caer, y cubriría todo el lugar de un blanco que hace mucho a Viktor dejó de gustarle.

No eran más de quince personas. Estaban los trabajadores del orfanato, cuatro o cinco familiares, Levka, Viktor y Yuuri. Incluso si el japonés sentía que no tenía nada que hacer ahí, quería apoyar a Viktor, además de darle una despedida a la mujer que conocio en tan sólo un día y logró revolver sus pensamientos sobre lo que sentía por el ruso.

Si, ella se merecía una despedida.
Habían muchas rosas blancas, tanto en los arreglos florares que Viktor había mandado a hacer, como en cada una de las manos de los presentes, incluida las manos de Yuuri.

Cuando el japones había acompañado al ruso el día anterior por las flores para el funeral, Viktor le había murmurado que Olga amaba las rosas blancas, siempre le gustaron y siempre que era un 25 de diciembre o ganaba alguna competencia le enviaba un ramo de rosas blancas, aunque sabía cuanto Viktor amaba las rosas azules. Era gracioso, solo en esas oportunidades Viktor conseguía otras rosas que no fueran azules, y durante una semana su departamento tenía dos tonalidades de rosas.

Y ahora, en ese momento, Yuuri podía estar seguro de que sería la ultima vez que Viktor tendría entre sus manos una rosa blanca.
Cuando las despedidas se acabaron, uno por uno los pocos presentes tiraron hacia la tumba las rosas blancas, cada uno pasando con lágrimas cayendo desde sus ojos, o a punto de desbordarlas. Viktor no. El patinador dejó caer la rosa con una expresión neutra, sin lágrimas ni demostrar que sentía dolor por la persona que lo había casi criado.

El resto de los presentes podían pensar que el patinador era un insensible, pero Yuuri sabía que el ruso tenía su propia forma de sobrellevar lo que sentía.

No quería que nadie lo viera llorar. No quería que supieran lo roto que se sentía.

-Fue un gusto conocerla -susurró Yuuri, y tiró la rosa antes de volver al lado de Viktor.

Sus ojos parecían perdidos en un punto invisible, mirando algo que él no podia ver.

No le molestaba que el ruso estuviera tan perdido en sus pensamientos, había estado en aquel estado durante los tres días su llevaba conviviendo a su lado. Había momentos en que todo estaba bien, y luego el ruso decaía por razones que él no lograba comprender.

Pero, eso no le evitó quedarse a su lado.

Cuando la gente comenzó poco a poco a irse, con cuidado tocó el hombro del ruso para llamar su atención. Viktor se exalto un poco, realmente estaba perdido en sus pensamientos.

-Ya debemos irnos, Viktor -murmuró Yuuri -. Vamos a despedirnos de Levka.

El ruso sólo asintió. Se llevó la mano a los labios y lanzó un beso hacia donde estaban cubriendo el ataúd. Ya estaba cansado de ver esa escena, le hizo sentir que todo era mucho más real.

-Ven, vamos -insistió Yuuri con sumo cuidado -. Podremos venir a verla cuando quieras...

-¿Tu vendrás conmigo? -preguntó Viktor, y al fin lo miró -. ¿Vendrás a verla, aún cuando sólo hablaste con ella una vez?

Yuuri asintió con una sonrisa.

-Ella es importante para ti. Cada vez que vengas, yo vendré contigo -rió -. Así no se sentirá tan sola, ¿no crees?

Lo creía. Y también creía que una parte del amor que sentía volvía florecer.

No todo se sentía tan vacío con Yuuri a su lado.

Al pasar de los añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora