CAPÍTULO 5. "Cero romanticismo"

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31 de agosto del 2015.

Doblo la esquina con brusquedad, las llantas rechinan y cuando me estaciono puedo ver las cejas fruncidas de Bethany cuando bajo la ventanilla.

—Sube de una buena vez, no estoy de humor —Sabe que algo pasó porque sube sin rechistar, algo extraño de ella ya que suele cuestiono siempre lo que le digo.

Detengo la camioneta cuando no soporto más el silencio en nuestro entorno, dirige su mirada hacia mí y sin dejar que diga algo, la tomo del rostro envolviéndola en un beso arrollador, cuando nos separamos juntas las cejas.

—Aunque no me quejo de este extraño saludo, me gustaría sabes que te sucede.

Hago una mueca, retomando el camino hacia un restaurante de comida cerca.

—Papa me llamó para hacerme saber Verónica aceptó hacer sus estadías en su empresa en cuanto entre a la universidad. En pocas palabras, solo dijo que esperaba que pronto le mandara el formato de admisión de las mías.

—Lo siento —Ella sabía lo mucho que mi padre me presionaba para ser igual que su hijastra, Verónica era una de las personas más inteligentes que alguna vez conocí, era dulce y amable, lo que no me permitía odiarla, sin embargo, ella si compartía los mismos gustos que mi padre, lo que me dejaba muy mal ante sus ojos—, sé que te lastima el hecho de que...

—No lo digas.

—Sawyer.

—Dije no, Bethany.

Apretó sus labios, conteniéndose de soltar una palabra incorrecta que me hiciera explotar.

—¿Podemos ir al súper mercado?

Fruncí el ceño.

>> No hemos tenido una cita real, así que te haré una comida especial.

Se supone que esto sería una especie de cita romántica para ambos, pero esto era más genial que sólo comer, la tomo de la cintura sentándola en la encimera de la cocina. Sus manos no pierden el tiempo en colarse en mi cabello presionándose continuamente sobre mí, muerdo su labio provocando que un gemido se escape.

Desabrocho su pantalón y lo arranco junto a sus bragas que son un tremendo desastre, ella gime cuando dejo un rastro de besos que van bajando hasta sus pechos, me separo y se queja cuando lo hago. Sonrío sacando mis pantalones de tela liberando mi adolorida erección, no me preocupo por usar condón porque quedamos en el método de pastillas anticonceptivas, lo cual, es genial porque no hay barreras para evitar disfrutar todo de ella.

Me acerco frotando mi miembro por su entrada haciéndola retorcerse y pedir más y más. Una dulce tortura para ambos, como si escuchara el canto de los jodidos ángeles en mi oído. Sin esperar un segundo más la tomo fuertemente por sus caderas alentándola a abrir un poco más sus piernas y cuando lo hace me introduzco en ella lentamente, torturándola, sintiendo cada extracto, besándola y chupando sus labios de manera frenética, como un lobo hambriento.

Al principio me muevo despacio, entrando y saliendo de su cuerpo, a medida que va acostumbrándose a la sensación, empieza a mover las caderas hacia mí. Acelero. Gimo y la embisto con fuerza, cada vez más deprisa, sin piedad, a un ritmo que bien podría provocarme un orgasmo en este jodido momento, y ella siendo muy receptiva mantiene el ritmo de mis duras embestidas mientras muerde mi hombro. Tomo su cabeza con una mano, besándola bruscamente y tiro de su labio inferir con los dientes, gime en mi boca y es tan jodidamente sexy. Se retira un poco y noto como se tensa a medida que la penetro una y otra vez.

Su cuerpo tiembla, se arquea, siento su sudor mezclarse con el mío mientras se deja ir, llega al clímax y estalla en un orgasmo. Aumento mis embestidas mientras siento el orgasmo que me arrastra y me hace romperme en mil pedazos, susurro su nombre y doy una última embestida para quedarme inmóvil, dejándome llevar por ésta exquisita sensación.

Jadeo saliendo de ella aun recuperando la respiración, tiembla un poco cuando salgo completamente y me sonríe, diciendo cuando maravilloso ha sido esto. La mejor cita.

Reviso mi móvil tirado en el sofá de mi habitación, ruedo los ojos.

—¡Bethany! ¡Apresúrate!

En ese mismo instante sale del balo con una tolla envolviendo su cuerpo, tan hermosa vista.

—¿Puedes dejar de gritar? Gracias —Camina hacia el espejo gigante cerca de mi cama, deja caer la toalla que la cubría y me lamento en voz baja cuando veo que de hecho trae ropa interior, uno muy bonito, a decir verdad.

—¿Qué te pasa? —Pregunto cuando solo se queda observando su reflejo.

—Cuando tenga un hijo, no quiero darle una vida llena de discusiones como la que yo tengo, quiero que sea feliz siempre, incluso si debo encerrarlo en una caja de cristal para que nadie lo dañe, lo haré

Me paralizo de inmediato, ella lo nota y ríe. Eso no hace que me relaje.

>> Tranquilo, para ello hacen falta muchos años.

—Menos mal, no estoy listo para cambiar pañales —Intento bromear después de casi el infarto que me dio segundos atrás.

Se acerca y me hace mirarla, es tan hermosa con esas pequeñas pecas cubriendo parte de su nariz, con esas pestañas tan largas y con esos pómulos sonrojados, deja un beso rápido en mis labios, algo que me deja desear mas de ello. Me sonríe.

—Serás un gran padre, Sawyer, te lo prometo.

—No estoy de acuerdo contigo, de hecho, sería un padre de mierda —Golpea suavemente mi hombro—, pero tú serías una excelente madre.

Solo niega y la observo con cautela, como se coloca el pantalón ajustado negro, sus botas altas y su top rojo, algo apretado para mi gusto, sacude su cabello y lo peina, se maquilla brevemente y toma mi mano cuando por sin salimos de la casa, le abro la puerta de la camioneta y finge sorpresa riendo, ruedo los ojos otra vez.

Me asusta un poco el hecho de que en esta fiesta son personas que casi no conocemos, de otras preparatorias, y el descontrol que se escucha desde la avenida es un tanto poco alentador. Me estaciono, y la hago observarme.

—Uhm, sabes que no podemos ser vistos juntos, Beth.

—Lo sé —Fuerza una sonrisa—, tranquilo. Alexander vino por mí.

—¿El taradito de cálculo?

Frunce el ceño, se quita el cinturón de seguridad y toma su pequeño bolso.

—No le digas así, es un buen amigo.

—Claro, un amigo.

—Sabes que no puedes celarme —Sonríe con arrogancia, lo está gozando.

—Lo sé.

—Entonces, nos vemos mañana —Sale rápidamente, tanto que no puedo detenerla para reprocharle el que no regresará conmigo y se irá con quien sabe quién.

Genial, ahora estoy frustrado.

—Pero cuanto tiempo cariño —Preparo mi mejor sonrisa y giro—, te he extrañado.

—Lisa, cuanto tiempo.

—Sí, la última vez nos divertimos mucho en el baño de esta casa, ¿Lo recuerdas?

Fingí recordar.

—Claro, ¿Quieres una copa?

Ella sonríe con picardía echando un mechón de su cabello negro detrás de su oreja, dando pasos lentos hacia mí, la música hace un poco difícil que comprenda lo que dice, ella huele a cigarrillos.

—Pero, ¿Y tu novia?

—¿Quién?

—La chica que bajó molesta de tu auto.

Mierda. Nadie puede saber lo que Bethany y yo hacemos, si la gente se entera, se hará un caos, se hará formal.

—Oh, es mi mejor amiga. Nada de qué preocuparse.

—Perfecto para mí entonces. —Su sonrisa me da un poco de miedo, ya que se parece a la del gato de Alicia en el país de las maravillas. Como un puma que atrapó a un pequeño alce, aterrador, ya que no quería que una loca estuviera rondándome.

Lo que se traducía a sexo casual, sin ataduras y sin convicciones. Lo que no se sabe, no hace daño.

Bethany no tenía porque saberlo, después de todo. Ella seguro estaría haciendo lo mismo.

Más que Sexo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora