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27 de octubre del 2015.

Sabía lo que estabas haciendo y lo entendía perfectamente. Tenía que soportar la tortura todos los malditos días en verte de un lado a otro con tu 'Nuevo amiguito' en el Instituto, restregándome tu felicidad en la cara.

Aunque a mi orgullo le doliera, tenía que aceptar que tú empezabas a ser feliz, y eso, me hacía feliz a mi, tal vez no desbordaba felicidad ni cantaba tirando flores en los pasillos, pero estaba feliz por ti.

Porque aunque a mi corazón le doliera, Alex era un buen chico, demasiado dulce y cursi para mi pero parecía que tú sonreías siempre que estabas con él, y eso, lo compesaba todo.

Aunque admitía que te extrañaba, mis tardes eran solas y apagadas, las lluvias no tenían sentido si tú no estabas ahí para disfrutarlas conmigo. Cocinar era una absoluta molestia pues tenía unos estupendos recuerdos ahí.

Incluso las pelotas me dolían con la constante erección que no bajaba ante esos vagos recuerdos en los que la pasábamos bien, suspiré con nostalgia. Te extrañaba, quería arreglar las cosas contigo pero sabía que ya todo estaba perdido, yo lo había echado a perder.

Tomé la crema untándola justo en mi clavícula, hace unas horas había ido ha hacerme éste tatuaje, tal vez así dejaría de extrañar tu presencia.

—Porque la soledad solo es la sombra de la luz de tu llegada. —Leí en voz alta frente al espejo mientras pasaba mi dedos por las pequeñas letras negras en cursiva justo por debajo de mi clavícula.

La había perdido, pero ella parecía más feliz cuando yo no estaba cerca, y era un maldito egoísta porque a pesar de todo. Yo la quería junto a mi.

Más que Sexo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora