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04 de agosto del 2016.

Mis ojos se sentían pesados, los abrí sintiendo el reflejo de la luz entrar en ellos, lo cerré rápidamente y después de un tiempo los abrí dejándolos así ésta vez.

El sonido del timbre sonó constantemente haciendo que mis oídos pitaran, me estiro entre las sábanas sintiendo una pierna junto a mi y un par de brazos alrededor de mi cintura, los retiro con cuidado y me levanto con el ceño fruncido.

¿Qué demonios he hecho?

Niego colocando mi bóxer y mis pantalones de franela, camino hasta la puerta que suena sin parar, frunzo el ceño rascando mi pecho peludo.

—¡Joder! ¡Ya voy!

Al abrirla el cartero me frunce el ceño antes de darme un par de postales, le doy un billete y se aleja sonriente, lo que hace el dinero.

Me siento en la mesa de la cocina pasando postal por postal, pagos, pagos, pagos, carta, pagos. Me detengo y regreso hasta la carta, no tiene nombre pero va dirigida a mi, la abro con cautela, una carta de Beth.

Cuando la leo, tengo un par de lágrimas en los ojos, la carta cae al suelo y lo próximo que hago es tomar un par de zapatos y una camiseta, tomo las llaves y conduzco como loco hasta la casa de Beth.

Hay mucha gente amontonada afuera, hay patrullas y una ambulancia, al principio no me dejan pasar pero como puedo paso y corro por los pasillos de su casa hasta su habitación, abro la puerta y siento como mi corazón se contrae ante la horrorosa imagen que veo.

Es Beth, tirada en su cama con sólo ropa interior, su piel está tan pálida y... rara. Su cuello está cortado por una horripilante línea que cubre totalmente todo su cuello, las moscas la rodean y yo me mantengo quieto mientras observo como le toman fotografías. En su mano descansa un cuchillo cubierto por sangre mientras la cama está totalmente empapada de sangre seca, en el suelo también hay sangre chorreada seca, escucho los gritos y lamentos de su padre aferrándose a su cuerpo muerto, incluso hay un olor pestilente en la habitación.

No puede ser, no, no, no. Esto es una horrible pesadilla de la que pronto despertaré. Ella no puede estar muerta, no puede estarlo, mi vista está enfocada en los peritos que la suben a una camilla y la envuelven en una gran bolsa cerrándola.

Cierro los ojos, sintiendo las lágrimas en los ojos.

La perdí.

Perdí a Beth.

Yo la maté.

Yo la maté con todo lo que le dije.

Yo soy el culpable.

Esto era muy duro, era horrible y dolía, mucho.

Una lágrima resbaló por mi mejilla y un sollozo salió volviendo mi respiración irregular, cubrí mi boca con mi mano que temblaba controlando los pequeños sollozos que se me escapaban, me dolía verla así, no me gustaba la manera en la que estaba sólo ahí, acostada en la camilla y sin moverse. Era horrible y dolía de un manera desgarradora, como si me estuvieran enterrando mil cuchillas y las hubieran clavado en mi corazón sin piedad.

Caminé a paso lento hacia ella, ignorando lo que los peritos decían, tomé su mano y la apreté levemente sintiendo otra lágrima resbalar por mi mejilla. Estaba pálida, dolía, dolía mucho.

Comienzo a tener problemas para respirar mientras los latidos de mi corazón retumban en mi oído y mi vista se nubla no permitiéndome ver más allá de unas cuantas sombras blancas y nítidas.

Yo la maté, es mi culpa.

Más que Sexo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora