Capítulo 12

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"La experiencia de la tempestad es siempre abismal. En el intervalo entre el relámpago y el trueno, en cada ocasión tiembla el cuerpo, palpita el corazón."

Pascal Quignard.

Quizás encontremos rivales donde creíamos que solo había amigos y quizás hallemos apoyos donde estábamos seguros que únicamente se encontraban los enemigos. Quizás los cobardes se conviertan en valientes. Quizás los feroces se vuelvan mansos. Quizás algún día descubramos la auténtica libertad...

Lo que nunca será precedido por un "quizás" es que si en algún momento nuestro corazón ha palpitado, nos toparemos de frente con el instante en el que deje de hacerlo.

***

- Explícame por qué sigue viva. - El tono de la chica era tranquilo y dejaba claro su poderío, no había temblores dubitativos en su voz. Zay, con ceño fruncido, parecía haberse quedado impactado ante la repentina interrupción, pero no tardó en recuperar la compostura. Los habitantes que se habían acercado con curiosidad a ver qué sucedía fueron callando al notar cómo la tensión se incrementaba con cada segundo. Dos figuras altas y delgadas entraron entonces en la sala mientras el gentío se apartaba rápidamente de su camino; eran dos hombres adultos e idénticos entre sí que vestían amplias túnicas marrones. A pesar de que apenas superarían los cuarenta años de edad, tenían un aspecto enfermizo: caminaban ligeramente encorvados, arrastraban los pies a cada paso, su piel era tan pálida que se podían apreciar venas azuladas en las sienes y sus cabezas estaban completamente calvas. Los recién llegados se movieron hasta la pelirroja y cada uno le sujetó una mano con delicadeza. - ¿Está aquí? - Murmuró ella, inclinándose casi de manera imperceptible hacia uno de ellos, el cual le susurró algo al oído mientras me observaba y ella movió los abultados globos oculares sin llegar a ver. Shiloh se desplazó hacia la derecha, cubriéndome de la vista de los demás.

La sangre parecía una cascada dentro de mis venas cuando comprendí que aquella mujer estaba hablando de mí. Comencé a sentir una dolorosa presión en el pecho, como si alguien hubiera apilado encima de mi esternón pesadas rocas que amenazaban con quebrar mis huesos. Tenía que mantener la calma, pero era consciente de que iban a entablar una disputa sobre mi vida y sobre mi muerte. Intenté tragar saliva, pero mi cuerpo estaba tan rígido que falló en esa simple tarea: me atraganté por un instante y tuve que luchar por no comenzar a toser.

Mantén el control, no quieres un ataque de pánico. Sé inteligente. Lizzé, por favor.

- Todo el mundo fuera. - La voz de Zay resonó en el lugar y las personas se sobresaltaron con temor. Los ojos de la gente estaban repletos de sorpresa, miedo, conmoción e incluso se podía apreciar odio en aquellos que estiraban el cuello para verme. Durante un momento me pregunté si aquella orden también debía cumplirla yo, pero decidí permanecer inmóvil y la amplia sala se despejó en unos segundos. Él no apartó la vista de la mujer en ningún momento. - Xena, en mi comunidad yo tomo las decisiones. - El silencio se hizo denso como arenas movedizas que nos engullían a todos los presentes. El rostro de la chica no se alteró ante la autoridad del tono.

- Matadla. - Anunció, ignorando lo que el líder había dicho, y con tan solo pronunciar esa palabra los gemelos sacaron unas dagas de entre sus ropajes y se movieron, más veloces de lo esperado, hasta los pies del escenario. Sin embargo, antes de que los intrusos pudieran ascender más de dos escalones, Shiloh y Rona ya los tenían acorralados con las espadas muy próximas a sus gargantas. El repentino rebumbio se disipó tan veloz como se había iniciado.

- Si os movéis la chica del cielo va a tener que limpiar vuestra sangre de esta habitación. - La amenaza de Rona hizo que una imagen repulsiva apareciera en mi mente y tuve que apartar la mirada de la piel que tocaba el filo.

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