Capítulo 29

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En cuanto liberé la fina cuerda de entre mis dedos una punzada de dolor me azotó la parte interna del codo izquierdo. Solté un quejido involuntario y me llevé la mano al foco del dolor.

– Tienes que mantener el brazo recto, si lo arqueas de ese modo te acabarás haciendo daño y desviarás el tiro. – Mientras hablaba, Rona arrancó las flechas de la diana de madera situada a muchos metros de nosotras. Yo me limité a acariciar la zona enrojecida debido al latigazo.

– A este ritmo me voy a quedar sin extremidades. – Bromeé y vi que por encima del paño sus ojos se entrecerraban en una sonrisa.

– ¿Por qué querías que te entrenara yo y no Shiloh? – Suspiré e intenté prestarle atención al nuevo tiro que estaba preparando. Rona se apartó del objetivo y regresó al trote hacia mí.

La sala de entrenamientos quedó sepultada en el silencio mientras trataba de concentrarme.

Esta vez no sentí dolor cuando liberé el proyectil, que se incrustó bastante cerca el centro.

– Últimamente siempre acabamos discutiendo y lo que menos necesitamos ahora mismo es más estrés.

– Se preocupa por ti. – Opinó

– Shiloh lo único que tiene es curiosidad, ya sabes, soy un bicho raro y él tiene la oportunidad de husmear en mi mente. Además, si puede controlar todo lo que hago, mucho mejor.

– Lo hace porque te aprecia, no todo el mundo tiene una insana curiosidad como tú, Lizzé. Creeme, si él quiere inmiscuirse en tu vida es porque le interesas, y mucho. Shiloh no se implica en las acciones de los demás habitualmente, de echo, si puede evitar relacionarse con seres humanos, mucho mejor.

– Parece que te estás definiendo a ti misma. – Ante esto me dio un toque en el hombro con su arco.

– Hemos sido criados por personas con la misma mentalidad, en el mismo ambiente, recibido la misma educación, crecido juntos y con un mismo objetivo en la vida ¿cómo no vamos a parecernos? – Me encogí de hombros mientras observaba la gracilidad con la ella que manejaba el carcaj.

Fue entonces, cuando las telas de la entrada se agitaron ante la presencia de alguien, cuando la chica me lanzó una mirada pícara y me guiñó un ojo.

Rona dio un repentino giro hacia la dirección por la que aparecía Shiloh y soltó una flecha que voló rápidamente los metros que los separaban hasta incrustarse en la pared de al lado del chico.

Él reaccionó veloz y en un segundo sus manos sujetaban con firmeza una enorme y pesada espada.

– No tiene gracia. – Murmuró él, con el ceño fruncido. Gruñó algo más que no llegué a escuchar, enfundó el arma y cruzó los brazos sobre el pecho. Rona estalló en una carcajada y yo tuve que luchar para contenerme.

En el momento en el que el muchacho se percató de mi presencia y me miró fijamente a los ojos, sus manos volvieron a pender casi sin vida a ambos lados de su cuerpo y en su rostro se dibujó una mueca de resignación.

Por algún motivo, tuve la sensación de que estar allí, sin él, era como traicionarlo.

***

Más de una semana después de trabajo incesante, cuando ya el invierno nos estaba engullendo con sus garras gélidas, el líder y yo nos reunimos una madrugada más en aquel garaje similar a una cárcel fría y gris.

– Debería funcionar. – A mi lado, Peter ojeaba la camioneta con los labios apretados y el ceño fruncido. Lo miré de reojo, sintiéndome intrusa por poder ver aquella expresión de incertidumbre en su faz.

Mainland.Where stories live. Discover now