Capítulo 23

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Cuando conseguí abrir los ojos de nuevo, una de las velas se había apagado y Peter continuaba en la misma posición en la que se había quedado dormido la noche anterior: medio cuerpo en el suelo, hecho un lío de piernas y sábanas, y la otra mitad tendida en el colchón, a mi lado.

Los mechones ondulados de su cabello se entremezclaban sin orden, cayéndole por la frente, y mi mano, todavía abandonada sobre la piel entintada de su antebrazo, tuvo la repentina necesidad de adecentar aquella maraña oscura.

Sus pómulos estaban manchados aún con restos verdes y naranjas, pero las líneas se habían emborronado, quedando una parte de la pintura dispersa por sus mejillas y la otra en las mantas de mi cama.

Su respiración, lenta y profunda, resultaba tan relajante que me vi embargada de nuevo por la neblina del sueño. No me moví nin un milímetro, dispuesta a continuar durmiendo hasta que el dolor de cabeza disminuyera.

Fue entonces cuando la puerta retumbó y el sobresalto hizo que Peter cayera del todo sobre el empedrado. Su reacción y el bote que yo pegué hicieron que los muelles se quejaran ruidosamente.

– Lizzé. – La voz de Rona llegó desde el pasillo. El chico miró su alrededor con extrañeza, boquiabierto, como si se hubiera olvidado de dónde estaba. – ¿Estás despierta? – Tenía los sentidos tan aletargados que tardé más tiempo del normal en procesar sus palabras.

– Si. – Dije después de unos largos segundos en los que lo único que pude hacer fue pasear los ojos desde mi amigo hasta la entrada, también confusa por aquella situación. Salté por encima de su cuerpo, todavía medio tumbado sobre las sábanas del suelo, y entreabrí la puerta solo lo suficiente para que pudiera verme la cara.

– ¿Qué haces? – Preguntó, intentando abrirse un hueco hasta dentro del cuarto. Me puse rígida y no dejé que continuara avanzando, lo que provocó que me lanzara una mirada llena de confusión.

– Todavía no estoy vestida. – Mentí. Cuando me giré para ver si mi amigo por fin se había puesto la capucha, descubrí que se había quedado paralizado en el proceso de deslizar el primer brazo por la manga. Tenía los ojos muy abiertos y una expresión de agobio en la cara.

– ¿Sabes dónde está Zay? Cuando ayer me fui se quedaba con Shiloh y contigo, pero he llamado a su habitación y no contesta. – Me quedé en blanco. Las manos me sudaban y sentía el peso de los ojos del líder sobre mi nuca.

– No lo sé, inténtalo otra vez, quizás el licor le haya hecho más efecto del que él creía. – Intenté decirlo en un tono serio, camuflando la pulla dirigida a la otra persona que había en mi habitación.

– Con los golpes que he dado tendría que haberme escuchado. – Hizo una pausa, como si estuviera valorando lo que estaba a punto de decir. – A lo mejor ha dormido con alguien y por eso no lo encuentro por ningún sitio. – Noté la mano tensa de Peter en el brazo, a mi espalda, rogándome en silencio que negara lo que ella había dicho.

– ¿Tú crees? – Intenté sonar indiferente, pero el chico me estaba transmitiendo su nerviosismo a través del contacto. – Puede que aún le dure la borrachera y por eso no te haya oído. – Sus dedos se volvieron más tensos en mi piel.

– ¿Tan mal terminó? – Me miró con la extrañeza pintada en el rostro.

– Tendrías que haberle visto. – Bromeé para intentar sacarle tensión a la conversación, y supuse que ella había captado el tono de humor por el modo en el que puso los ojos en blanco.

– Supongo que tendré que volver a intentarlo. – Ella me dio la espalda y yo estaba a punto de cerrar la puerta cuando se giró de nuevo en mi dirección. – ¿No crees que está actuando un poco raro últimamente? – Ante lo que yo me limité a negar con la cabeza.

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