CAPÍTULO 10

162 30 27
                                    

—Bueno, Nami.

Siento una mano posarse en mi espalda. Son las dos de la mañana y Vivi se está dando una ducha.

—He cogido las llaves. Volveré mañana temprano —me dice Sanji.

Se inclina para darme un ligero beso en el párpado.
Me cuesta reaccionar; he bebido demasiado como para prohibirle que se pire y me abandone aquí, a mi suerte, con la chica de la que llevo enamorada casi toda mi vida. 
Adormilada, me despido de los dos.

—Pasadlo bien —murmuro.

Y por primera vez en mucho, muchísimo tiempo, envidio un amor como el de ellos.

Un amor como cable de cobre al viento.
Como las riñas que acaban en paces.
Como... un dibujo de Ron Hicks, y una balada de Yann Tiersen.

Sí. Un amor como ese.

—¿Tienes café?

Doy un bote sobre la silla cuando ella vuelve a aparecer en la cocina. Me quedo sin aliento al verla así, envuelta en mi albornoz de felpa y con su mar violentamente rizado debido a la humedad.

Me hago la dura.

—No es bueno tomarlo antes de dormir. Me lo dijo Sanji.

—Qué yo sepa, el vino tampoco ayuda a conciliar el sueño —dice con una dulzura que me provoca.

—¿Y quieres? —le pregunto, gruñona, pásandole la botella.

Se encoje de hombros.

—Sí. Por qué no.

Hablamos.
Hablamos de la India y sus sabores, de París y su maremágnum. Hablamos de mi hermana y de nuestros trabajos.

Un rato sólo lo hace Vivi, y me contento con ser la vasija donde vierte sus relatos del Dollhouse, sobre como los clientes metían mano cuando ella sólo había prometido un baile y de cómo aprendió a moverse al rededor de una barra.

Hablamos de la actuación de hoy, en Le Calbar.

—Podría decir que soy como Woody Allen —sonríe de costado—, ignorada en mi país pero admirada en Europa. Más o menos.

Rompemos a reír y me disculpo por ir tan borracha.

—Bueno —Vivi suelta un suspiro bajando su copa, cuando nos calmamos—. En nuestro primer encuentro, técnicamente, yo estaba en bragas y sujetador.

—Estabas hecha una furia —recuerdo entre risas, por mucho que quiera confesarle que nuestro primer encuentro no fue así; que nuestro primer encuentro fue en un museo, cuando ambas éramos unas niñas.

Saco el tema de los cuadros, pero ella no dice nada. Hablamos de La Mona Lisa, de si era un hombre o una mujer. Hablamos de los álamos a la orilla del río Epte. De los sitios a los que nos gustaría viajar cuando consiguiésemos un poquito más de dinero.

La noche avanza. Hemos corrido las cortinas de tela roja y la cocina tiene un filtro crepuscular.

Hablamos de nuestros platos favoritos.

—Primer y único motivo por el que las mandarinas son mejores que las tartas —anuncio como un populista—. Uno: las tartas no se pelan.

No sé porqué a Vivi le hace mucha gracia, así que yo también termino riéndome.

—Pero las mandarinas no se consideran un plato de por sí. En un restaurante, no puedes pedir mandarinas como primer plato —dice Vivi, muerta de risa.

—¡Qué más da! ¡Las tartas tampoco se pueden pelar! —chillo, y me fijo en que Vivi lleva todo el rato ahí, de pie, un poco recostada sobre la mesa— Oye, siéntate, ¿no?

—Vale —dice, secándose el bigote que le ha dejado el vino.

Deja la copa sobre la mesa y da dos tambaleantes pasos hacia mí.
Yo, que tengo un pie descansado en la orilla, me quedo de piedra cuando Vivi se monta en mi pierna doblada y se me queda mirando con intensidad.

—No puedes pedir mandarinas en un restaurante —insiste.

Está borracha y su pelo sigue húmedo.

—Vale —digo.

Y me besa.

Es como el deshielo de primavera.
Algo suave, limpio y bonito.

Vivi se ha acomodado en mi regazo y el albornoz se le ha caído por un lado, descubriendo un hombro huesudo con una película de gotas.

Profundiza el beso pasando los brazos por detrás de mi cuello, y sin saber qué hacer con los míos, decido abrazar su cintura.

A falta de aire y jadeando, sus labios bajan hasta los huesos de mi cuello, serpenteando por mi clavícula izquierda como una bala de cañón, y suelto un suspiro de placer cuando vuelve a subir y arroja un pequeño beso en mi mentón.

Cierro los ojos, intentando relajarme.

Ella sigue, como condenado cachorro de caza, repartiendo besos por mi pecho, cuando me doy cuenta de que ambas estamos borrachas y yo hace mucho que no hago esto.

Me levanto a toda prisa, quitándomela de encima, y Vivi se tiene que agarrar al borde de la mesa para no caerse.

—Vivi —se queda quieta—. Vivi, estamos borrachas —susurro.

—Perdón —musita ella, aferrada al borde de la mesa.

Sus nudillos están blancos.
Parece un fantasma.

—Vamos a la cama —extiendo los brazos—. Venga, vamos a dormir.

Se deja caer a mi lado y se cubre la cabeza con la almohada. Suelta un gemido.

—Lo siento —su voz suena amortiguada por el ladrillo de plumas.

—No te preocupes —es tarde. Hablo con mínimos susurros mientras la cubro con la manta—. En serio. Me ha gustado muchísimo.

Que nos hayamos besado y ninguna de las dos esté arrepentida de ello es una reserva intacta de avellanas.
Me tranquiliza.

Le paso una mano por la frente.
Siento su respiración pausada, su aliento tibio, y me acomodo para verla dormir.

He dejado de buscar a Nojiko.
No me he rendido, pero creo que también me merezco un descanso: ya no me visto y bajo a por croissants para el desayuno, ni hago ejercicios musculares en los peldaños de la escalera, ni me salto las comidas.

Tampoco le echo la bronca a mamá por ir descalza. El malhumor ya no me arropa, aunque siga negándome a ponerme una falda.

Así que, ya que estamos, de dirigirme a ti, ahora que ya sé tu nombre, te prometo que voy a comenzar a escapar a mi cuarto.

Porque, bueno, yo nunca he estado gorda pero he estado triste por un tiempo, ¿sabes? Y tener el estómago vacío me hacía sentir un hilillo de felicidad a la altura del pecho, quién sabe porqué.

Nunca me han gustado los espejos, Vivi. Quizás por eso me refugie en ti y en lo que el arte significó para mí.

Una ventana.

Espero que una vez confirmado el hecho de que, sí: tus mejillas siguen siendo tan rojas incluso en la oscuridad, pueda dormir.

Al fin y al cabo, hacia mucho tiempo que no veía pasar la noche junto a ti.


como flores para holanda | one piece | naviΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα