✧ Capítulo : [1]

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Un olor a vainilla reconforta mis fosas nasales, mientras ocasiona el primer estornudo y suspiro del día

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Un olor a vainilla reconforta mis fosas nasales, mientras ocasiona el primer estornudo y suspiro del día.

Tomar un café tibio y cargado, con un sabor tan dulce y empalagoso por las mañanas alivia el gran estrés que puedo ocasionar, con apenas un movimiento.

Suele sacarme una gran sonrisa llena de plenitud, es el ingrediente perfecto, incluso en las tardes y noches de tanto desasosiego acumulado, llevándome al mundo del éxtasis de la paz interior, esa que nunca eh logrado alcanzar a lo largo de mi corta vida. Mucho menos si tu madre, te satura el cerebro tal y como un policía en época de vigilancia.

Algo normal, por cierto.

Parpadeo unas cuantas veces, al sentir que caigo del sueño, que poco a poco se apodera de esta pobre desterrada.

No tuve una noche muy buena.

Soñar es tan raro pero mágico a la vez, me impresiona el viaje que da un momento a otro mi subconsciente, lo malo es cuando no entiendes a donde va toda esa mezcla de imágenes, tan irreales e interesantes, o peor aún cuando no recuerdas las caras de las personas que aparecen en éste.

Mi cabeza es un desastre andante.

Largo todo el aire que retengo en los pulmones, al deleitarme con tal rico sabor, dejando que se desplace por cada órgano viviente . Tengo una terrible adoración a las cosas dulces, más si estas contienen un olor tan exquisito.

Lo se, soy una total maniática con respecto a la comida.

Observo muy detalladamente como las manijas del gigante reloj negro de la sala, se mueven a compás rápido y amenazante indicándome, el corto tiempo que me queda, para salir del sofá e ingresar al Instituto.

Como todo año, este es el primer día pero en un centro de estudios aparentemente nuevo, mi madre fue la encargada de elegirlo ya que se rehusó, a que yo tomará la decisión con respecto en donde educarme.

Nunca me toma en cuenta.

Soy como un hilo de voz, sin habla.

Tragó de una sola vez todo el dulce mangar que me empalaga ciegamente, al ver la misteriosa y típica cara del chófer, de esta gran casa a la cual consideran pequeña.

Desde pequeña siempre solía llevarme el a clases intensivas donde cumplía doble horario, detestaba pasar horas dentro de un salón, cuando los niños de la cuidad salían con sus padres por un helado. El lado bueno es que amaba, y amo las actividades fuera de hora semanal, allí puedo ser libre por un milésimo segundo. Hoy en día las cosas siguen de la misma manera, no es una molesta tener un conductor cuidándome la espalda, ya es costumbre, pero a estas alturas quisiera ir y venir sola sin nadie que pueda controlarme, debo decir que lo hacen por pedido de Elizabeth.

Mi Bella Imposible (EN ARREGLOS)Where stories live. Discover now