Capítulo 4

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2016

Lexie está sentada sobre uno de los puff que suelo mantener en mi habitación. Tiene una bolsa de frituras en las manos y manchas en las comisuras de los labios y las puntas de sus dedos. Siento la intensidad de sus ojos verdosos sobre mí, atenta a cualquier movimiento. En eso, mastica una papita frita y la vena de mi frente se ensancha por el sonido tan molesto. Además, su pie no ha dejado de dar toquecitos persistentes en mi pantorrilla. Me está volviendo loca, y ya estoy respirando hondo para no tirarle un cuaderno en la cara.

— Dímelo. — niego —. ¿Por qué no me lo quieres decir?

— No es necesario. No vale la pena.

— ¡Ay, por favor! Cualquier chisme vale la pena.

Vuelvo a sacudir la cabeza.

La puerta de mi cuarto se abre de golpe y la barra con esmalte negro se me va a un lado del dedo. Enojada y lista para reclamar, levanto mi cabeza. Mi hermano, sin camisa ni buenos modales, tiene la vista perdida en Lex. Ambos se quedan hipnotizados, sin pestañear, admirándose como barras de chocolates en medio de una ensalada sin aderezo o queso. 

Aclaro mi garganta, esperando que cualquiera reaccione. Lex se pasa las mangas de la camisa por la boca, limpiando todas manchas anaranjadas, y compone su postura sobre el puff, comiendo como la siguiente reina de Inglaterra. Mi hermano solo presiona los músculos. 

— ¿Qué tal, Lexie? no sabía que estabas aquí — Thomas sonríe —. Hope, dice la abuela que vayas a su habitación. ¿Por qué me miras así, chaparra?

— ¿Eres estúpido? — señalo a Lexie  — Esta pendeja siempre está aquí. Ya casi vive con nosotros.

— ¿Ah, sí? Que bien. Muy bien.

Toco el hombro de Lex.

— No le hagas caso, él es el adoptado y salió bien tonto.

Mi hermano, como cualquier tipo que sabe lo bueno que está, ama hacerse el importante y fingir que ninguna chica existe. Y es tan cliché que, para darle énfasis a su presencia dentro mi habitación, remueve su cabello como si tuviese algún tipo de poder cuando lo hace. A un lado escucho que la presión de Lexie se altera cuando sus músculos se hacen más visibles y me da asco solo de imaginar lo que debe de pensar cada que ve a mi hermano.

— No creo que la abuela quiera seguir esperándote. Tú también puedes ir con ella, Lex.

Ella no pierde el tiempo. Se levanta con la bolsa en mano, toma el puff en el que estaba sentada y camina a la puerta. Mientras tanto, miro a mi hermano. El bobo se ha quedado como idiota admirando las caderas de Lexie hasta que abre la puerta de la habitación de la abuela y se pierde en el interior. No sé por qué carajos siempre niega que la pequeña, y aparentemente loca, Lexie le parece un ser humano atractivo. Muchas veces lo he pillado viéndola, admirándole en silencio.

— En otra vida moriste virgen, joder.

— No sé de qué hablas.

— Te la has tragado con la mirada. Sabes que no tengo nada en contra de que sean pareja, ¿verdad?

— Pero no pasará. Lexie es tu mejor amiga, sería muy incómodo, y no me atrae en lo más mínimo.

— ¿Incómodo para quién?

— ¡Para todos! — da media vuelta y se va.

Podría pasar en la misma posición el resto del día, pensando y analizando porque demonios hace eso, pero sé que debo moverme. La poca paciencia que tiene mi abuela es la muestra perfecta de que los Brown tenemos un punto más de enojo que de carisma. Y no es por presumir, pero solemos ser muy conocidos por nuestro carisma. Tomo el otro puff, lo pongo en mi hombro como un saco y recorro el mismo camino que Lex.

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