Capítulo 7

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Toqué el timbre. Esperaba que Fran abriera y me recibiera con un gran abrazo. Esperaba que me dijera que su hija había entrado en coma por todo el helado que había consumido. Esperaba cualquiera cosa. Pero no fue así. Lo primero que vi fue ese par de ojos verdes sin restos de lágrimas. Tenía un delineado perfecto en ambos párpados y una sonrisa de oreja a oreja. Se parecía al gato de Alicia en el país de las maravillas.

— ¿Por qué no estás llorando? — le pregunté.

— Te dije que hoy era un nuevo día.

— Claro... — presioné los labios —. ¿Debería de preocuparme?

— Si lo que intentas preguntarme es si regresé con él, la respuesta es no. Creo que ha cambiado su maldito teléfono.

— ¿Intentaste llamarle?

— Sí y no.

— ¿Si y no? — la miré con curiosidad — ¿qué ha sucedido?

Lexie suspiró.

— Te lo diré luego. ¿Vienes? Voy a yoga.

— Prefiriese que me amputaran un dedo antes de....

— Lo tomo como un sí.

Así llegué a parar justamente donde estoy, sobre un tapete esponjo color amarillo pollito y la ropa más cómoda del mundo. El salón huele a incienso y la luz que entra es excesivamente molesta, pero, viéndole el lado positivo a todo, Lexie no ha llorado.

Mis pies se encuentran juntos y mis brazos colgando a cada costado de mi cuerpo.

— Ahora, inclinen su cuerpo y respiren hondo. — dice la instructora.

Dejo que mi pecho se abra por todo el aire que intento aspirar, al mismo tiempo que mis brazos se elevan y mi pierna derecha viaja hacia adelante, dejando la otra flexionada por detrás de mi espalda.

Mis muslos comienzan a temblar, mis brazos están cansados y mi abdomen vibra. Es doloroso, muy doloroso. Siento que pronto me dará un calambre en cualquier parte del cuerpo.

— Soy una garza, elegante y sensual, que balancea sus plumas para llamar al macho. Una garza...

— ¿Quieres callarte?

— ¿Callarme? — inhalo, exhalo — ¿Sabes cómo me está temblando la existencia ahora mismo, Lexie?

Un momento de silencio llama mi atención. Abro uno de mis ojos, buscando a mi mejor amiga, y la encuentro tendida en el piso, sobando la parte derecha de su cadera. Pienso en ayudarle a levantarse, pero me doy cuenta de que lo mejor es sentarme.

— Entonces, dime, ¿de qué me he perdido en estos días de encierro con trastorno evasivo?

Le paso una botella de agua.

— No mucho. Mi familia ha estado preguntando por ti, sobre todo Thomas — las comisuras de los labios le tiemblan y logra fingir que no estuve a poco de sacarle una sonrisa. Ignorando eso, continúo hablando: —. Una tormenta prácticamente me violó al salir de tu casa, un camión intentó ser mi amante sobre la calle principal y un tipo muy guapo salvó mi vida.

Eleva las cejas con una sonrisa muy diferente a la anterior, una de travesura e impresión.

— ¿Un tipo?

— Si, un tipo. Me pareció que es un par de año mayor que nosotras, pero si, un tipo.

Deja la botella de agua a un lado y cruza las piernas al estilo indio. Pasa los brazos por mis hombros y me sostiene con fuerza, encarcelándome. La veo con atención, un poco cansada y asustada, mientras tomo un sorbo de agua. Ha tenido esa actitud pegajosa y cursi desde que nos encontramos en la puerta de su casa. Realmente me da miedo que sea esa la manera en la que dice su último adiós y luego se ahorque.

MENDAXWhere stories live. Discover now