Capítulo 22

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El olor a café llega hasta lo más profundo de mis pulmones. Gil y Gaby están despachando las mesas cuando me ven entrar; sus rostros lucen angustiados y cansados hasta que saludo con la mano y sonríen aliviadas. Esquivando a algunos niños, camino a la parte trasera para colocarme el delantal con el nombre de la cafetería, atar mi cabello en una moña alta y prepararme mentalmente. Abro la puerta y lo primero que veo es a un niño desbaratando el pastel de chocolate directamente en su cara. A veces la cafetería es un maldito campo de guerra donde solo sobrevive la que es más valiente.

Cuando mi turno está por terminar, limpio la harina de mi rostro tras meter el sartén con los panecillos en el horno y masajeo una parte de mi cabeza porque el niño destruye-todo terminó golpeándome con mi propia bandeja.

— Ethan te buscó hace un par de días — dice Gaby —. Se miraba desesperado, pero no sabía qué decirle.

— Yo le dije que se quedara conmigo — Gil me pasa otro sartén —, pero creo que se asustó porque salió pitado como alma con diarrea.

Solo de escuchar su nombre mis mejillas se coloran en un ligero carmín y mi sonrisa se expande de oreja a oreja. Han pasado un par de días desde que volví a la ciudad y él no se ha despegado ni un segundo de mí. Se ha comportado como un caballero de armadura plateada y valores de príncipe. A pesar de todo eso, y de que mi corazón se derrite con sus gestos, mi mente me ha dado problemas de cortocircuito.

Ya tengo un plan, me costó un par de golpes y una larga ducha bajo el agua fría, pero por fin lo tengo. Se basa en tomar a Jean de los hombros, decirle mis razones y correr. Sencillo, fácil y rápido. Voy a terminar mi relación de dos años en dos segundos y no hay manera de retroceder. Estoy decidida. Quizás tenga que enfrentarme a las preguntas y a los malos gestos por haberlo "cambiado" tan rápido, pero no quiero alejarme de Ethan. Es como... como quererlo únicamente para mí y no poder imaginar un futuro sin esas preguntas extrañas que tira de vez en cuando.

Él tiene ese no-sé-qué que buscamos en nuestras vidas. El tipo perfecto. La ideología de un amor inigualable. Una persona incondicional que estará apoyando hasta que no puedas más, entonces tomará tu papel y te ayudará a salir adelante. Así es él y nunca he estado más agradecida por haber encontrado este amor que me cala hasta lo más profundo de mi ser.

Camino por la calle a paso lento, contando las hojas que han caído. Te das cuenta que estás enamorada porque en un momento, un milisegundo, tu sonrisa se expande y los recuerdos más dulces con él vuelven a tu mente. El sabor del primer beso. El calor de la primera caricia.

— ¿En qué piensas, fresita?

Su voz ronca hace que salte en mi lugar y pegue mi bolso a mi pecho porque, voy a ser sincera: que se roben todo menos el bolso. Mi bolso equivale a treinta dólares y veinte de esos son por los pasteles rellenos de chocolate que traigo. Volteo el cuello. Trae el cabello oscuro despeinado y gafas de sol estilo aviador.

— ¿Qué haces? — vuelve a preguntar.

Señalo el camino con mi mano extendida y me encojo de hombros.

— Camino a Narnia. ¿Y tú?

— Te busqué en la cafetería y me dijeron que tu turno había terminado. Pensé ir a tu casa, pero vi a un zombi caminando en medio de la calle y contando hojas. El zombi eres tú.

Muerdo las mejillas para no reír y me cruzo de brazos.

— ¿Y cómo sabes que era yo?

Su sonrisa chueca sale a relucir. Veo picardía en sus ojos, malicia, sensualidad. A este punto mis piernas comienzan a temblar y una vibración temerosa se sitúa en mi vientre.

MENDAXWhere stories live. Discover now