Capítulo 19

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Siento su cabeza sobre mis piernas. Lo odio, pero tampoco lo quito porque sé que está cómodo y es la única manera en la que puedo perderme entre mis teorías sin que se den cuenta de que soy un cuerpo vacío en medio de una conversación cualquiera. Sin pensarlo, toco mis labios, sintiendo el hormigueo que no ha desaparecido. Recordando el beso. Sus ojos. Sus manos.

Escucho risitas y la voz ronca de Jean mientras se acomoda en mi muslo. No me he emocionado por la visita sorpresa, ni por las rosas que me ha regalado y me ha importado muy poco el diccionario antiguo y amarillento que la abuela de Lexie le ha regalado como herencia. Simplemente estoy en cuerpo, pero no en alma.

— Divus.

— Divino. — adivina Lex.

— Mensis.

— Menso.

— No me engañes y admite que ya lo has leído.

En el sillón más pequeño Lexie, distraída con su celular en mano, gira a verlo.

— ¡Qué no! — gruñe — Solo son cosas que me imagino y acierto. Así, de la nada. Mejor dime la más interesante.

— Creo que... — Jean pasa algunas páginas — Creo que la palabra más interesante de todas es Mendax.

— ¿Y qué significa?

— Mentiroso.

Lo miro de reojos, está atento a las pequeñas letras del libro y sus cabellos rojizos hacen contraste con mi piel canela. Esbozo una gran sonrisa falsa porque, sin querer, ha mencionado mi punto más débil. Ha presionado la herida que él no se imagina. Así que, al final del cuento, soy una mendax.

Lo peor es que soy buena en lo que hago. En este tiempo he aprendido que para que una mentira sea verdad, se necesitan siete. Yo me he inventado más del doble. Quizás más que eso. Me he convertido en una máquina dispensadora de mentiras. Y puedo decir que no es fácil pasar de una prostituta del sí a una dispensadora sin electricidad. Pero yo he quebrado el récord y ahora nadie puede detenerme, siquiera yo misma. Podría construir una mentira en segundos y rápidamente llegar a seis más sin problemas.

Sorprendentemente, confío en el talento más asqueroso de la humanidad y quiero probarme, saber mi límite.

— Tengo un examen muy importante que hacer hoy. — digo de la nada. 

Primera mentira, la base de todas.

Lexie no me presta atención y Jean me mira sobre el borde del libro. Sus ojos oscuros escanean todo mi rostro. Cierra el libro, lo coloca a un lado y se inclina. Desde la última vez que lo vi había decidido que lo mejor era vernos en mi casa, o bien, en la suya. Sobre todo porque ya he experimentado lo que es estar expuestos a las personas y que mi mente comience a imaginarse el rostro de Ethan por todos lados. Me da pánico llegar a confundirme.

— ¿Un sábado?

— He trabajado demasiado junto a mi tutor, mucho más de lo normal, y perdí un examen — suspiro cansada como la actriz mentirosa que soy —. Esto es agotador.

Segunda mentira.

Jean pasa la parte superior de sus dedos por mi mejilla, acaricia mi piel con el mismo cuidado que se le da a una muñeca de porcelana y me da beso casto en la comisura del labio. Duele reconocer que sentir los labios de Ethan sobre los míos ha cambiado muchas cosas. De repente, ya no quiero besos falsos, ni sentimientos mentirosos. Solo se me antoja quedar con el sabor a fresa y la inocencia de su primer beso.

Me pregunto si será capaz de recordar lo que ha sucedido entre nosotros o si pensará que solo fue una muy mala pesadilla al despertar. Por suerte, hui antes de que volviera en sí.

MENDAXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora