Capítulo 23

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He logrado conseguir un pequeño estudio en el centro de la ciudad con ayuda de la universidad. La luz entra por uno de los laterales gracias a los grandes ventanales que dan una buena vista de las calles tan transcurridas y las paredes están bañadas por un hermoso color hueso. No es muy grande y tampoco mío, pero es lo que me han ofrecido por mi buena beca. Ellos, los que han puesto su vista en mí, dijeron que podía concentrarme mejor y crear un buen proyecto. 

Cuando entro, el olor a pintura lo envuelve todo. Dejo mi bolso a un lado, sobre una mesa rectangular de madera, y acomodo la tira de mi overol de mezclilla. Perfectamente podría usar una bata, a como lo hace la mayoría de los pintores y escultores, pero he aprendido que todos tenemos un estilo que no deberíamos cortar por lo que dicen los demás y yo amo ver los restos de colores en mi ropa. Siento que me representan, que son míos y de nadie más.

La piel se me eriza al contemplar los lienzos blancos y los tubos de pintura sin abrir que esperan por mí. De repente tengo tantas ideas dentro de mi cabeza, que ninguna termina de formarse. Quiero pintar sentimientos, dejarme ir en cada pincelada y que me conozcan por completo; desnudarme ante el público. Quizás trazar la decepción y el enojo de Lexie, el cariño de papá, las estrellas escandalosas de la abuela, el cabello violeta de Brook y el amor de Ethan. Quizás mezclar la espuma de esos sentimientos tan aterradores y combinarlos con la luz iridiscente que va después de cada tormenta..., cuando te das cuenta que nada es tan malo como parece. 

Y gritar que es hermoso vivir enamorada.

Y jurar que vale la pena.

Y decirle al mundo que... que a veces las promesas morales no son nada más que un puñado de porquerías que pueden romperte en mil pedazos y trescientas decepciones más.

Vuelvo a acomodar la tira de mi overol; hay manías que no se pueden quitar ni con el paso de los años. Recojo mi cabello en una moña alta, miro la luz de la mañana golpeando el piso de madera y luego saco la memoria que Ethan me dio porque, a como diría él mismo, la jodida música es inspiración y, entre nosotros, algo más: recuerdos. 

Conecto la memoria en el pequeño equipo de sonido que había solicitado para no ser tan exigente y dejo que suena la primera canción que él seleccionó. Here with me retumba desde el principio dentro de la habitación y mi alma; y yo solo puedo recordar a la abuela diciendo que hay que escoger bien al copiloto de tu alma, de todos modos será él el que ponga la música en sus vidas. Tomo la paleta de madera, regando un arcoiris de pintura, y alzo el pincel con la mano temblando por la emoción. El primer trazo sale chueco, oscuro, pero los siguientes solo fueron inspiración y sentimientos.

La noche cae y me impresiono al ver al menos unos seis cuadros esperan secar al fondo de la habitación. Limpio mis manos con un pañuelo blanco y desconecto la música. Cuando salgo de mi estudio, veo la silueta de un chico esperando por mí con la espalda pegada en la pared y las manos dentro de su bolsillo. Ethan me sonríe con la misma calidez que suelo conocer, toma mi bolso y luego mi mano. 

— ¿Qué tal tu día? — besa mi frente — Por mi parte, he estado extrañandote. Todavía no me creo que no me dejaras entrar contigo, se supone que soy tu tutor.

— Lo eres, pero quiero reservarme esto y, si algo realmente me gusta, entonces te lo enseñaré.

— Me parece justo. Solo espero no morir atacado por zombis el día de mañana y poder verlo. ¡Ah! y que después tu consciencia no te mate. 

— No exageres, ¿quieres? — casi saliendo de las escaleras del segundo piso, se gira y me mira indignado. Yo me limito a reír — El arte es una de las muchas cosas que tenemos en común, ¿acaso eso no es algo hermoso?

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