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Yuuri era lo más parecido a un zombie detrás del mostrador

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Yuuri era lo más parecido a un zombie detrás del mostrador. Se lamentaba y quejaba en silencio por lo sucedido hace poco con el ruso.

-Soy de lo peor, Vicchan -se lamentó golpeando su frente contra la mesa.

La caniche le miró desde su cama al otro lado de la tienda y solo bajó la cabeza para seguir dormitando.

-Viktor debe de odiarme ahora -alargó dejando la cara entre sus brazos para seguir quejándose.

Continuó así un rato más hasta que la campanilla de la puerta sonó sacándole de su quejumbrosa escena.

-Buenos días -saltó poniéndose firme y haciendo una reverencia-, ¿en qué puedo ayu...? -miró hacia arriba y casi se le cae la quijada- Viktor -murmuró acomodándose los lentes sobre el puente de la nariz.

El joven Omega sonrió con sus sonrosadas mejillas, mientras tras él Makkachin se echaba junto a Vicchan.

-Hola, Yuuri -dijo suavemente.

-¿Pero q-q-qué haces aquí? -preguntó sin poder evitarlo. En verdad no esperaba que volviera a pasar por la tienda.

Viktor se encogió de hombros. Pensaba que sería un tonto si se rendía con Yuuri solo porque lo rechazó una vez. No cedería ante el egoísmo y la tontería del Beta por alejarle.

-Dije que vendría -murmuró colocando las manos tras de sí como si nada- Iré a limpiar las estanterías.

El azabache solo atinó a asentir sin creer lo que veía, mientras los cabellos plateados de Viktor se perdían entre una de las secciones.

El ruso buscó el plumero y comenzó a desempolvar. Sabía que Yuuri le miraba, por lo tanto se aseguraba de lucir bien en todo momento y liberar sus feromonas para dejar notar su felicidad, aunque fuera en vano ya que el Beta nunca las notaría.

La mañana transcurrió tranquila y con algunos clientes Betas que solían frecuentar el lugar. A medida que avanzaba el día Viktor sentía que había olvidado algo importante y se encontraba un poco... acalorado.

-No puede ser -dijo para sí mismo, apoyándose en uno de los libreros- ¿Cómo pude olvidarlo? Ah... -jadeó al sentir cómo se humedecía su parte baja.

Había olvidado que su celo comenzaba ese día, pero no era su culpa, era culpa de Yuuri por haberle hecho olvidar aquel gran detalle gracias a lo sucedido esa mañana. Como pudo comenzó a caminar hacia Yuuri.

-Yuu... -murmuró en un jadeo al llegar al mostrador.

-¿Uh? ¿Qué pasa, Viktor? -preguntó al voltear, ya que estaba reponiendo paquetes de papel- ¿Viktor? -repitió preocupado al verle con el rostro tan rojo- Oh, por Dios.

Salió de detrás del mostrador y tomó las rojas mejillas del Omega.

-No tengo... mi supresor -jadeó lanzándose sin problemas a los brazos del Beta- Tengo mucho calor, Yuuri... Ayúdame... -murmuró liberando más feromonas para intentar atraer al japonés.

Rompiendo el InstintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora