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Otabek era consciente que en pleno siglo veintiuno el ser humano aún no tenía el control (o al menos no total) de sus propios instintos

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Otabek era consciente que en pleno siglo veintiuno el ser humano aún no tenía el control (o al menos no total) de sus propios instintos. Muchos estudios y pruebas se habían llevado a cabo para investigar el origen de los instintos que hacen a los Alfas y Omegas lo que son y tratar de controlarlo. De las grandes mentes que lideran las investigaciones surgieron los inhibidores y pastillas que pudieron mitigar los síntomas del celo en los Omegas, e incluso los más caros hacían que no les viniera esa temporada. Esto hacía más fácil las cosas tanto para Alfas como para Omegas, salvándole de los dolores y peligros del celo; pero no podían salvarse de sus otros instintos, especialmente el que Otabek más temía y odiaba... el de buscar a su destinado.

El kazajo se negaba totalmente a enamorarse idiotamente de alguien a quien apenas conocía, que le gustase todo de él y que no pudiera vivir sin su pareja. Él pensaba que se debía tener al menos una cosa para odiar para mantener la paz y estabilidad en una relación. Por esta razón no se preocupaba por Yuri, quien lograba odiar con facilidad muchas cosas.

Por lo cual, en el momento en que entró en History Maker, un profundo sentimiento de necesidad y odio le embargaron. Su ser interno disfrutaba de olisquear el ambiente y le empujaba a ir más allá en busca de aquel delicioso y exquisito aroma frutal para tomarlo como suyo; más la parte racional que hacía a Otabek quien era, y lo diferenciaba orgullosamente de otros Alfas que no tenían en absoluto autocontrol, le mantuvo anclado en su lugar hasta que un pequeño ruido le sobresaltó. De entre las estanterías apareció un pequeño joven japonés que se lanzó cual bólido tras el mostrador sin notar su presencia.

-Mi cartera, ¿dónde la dejé? -murmuró el japonés rebuscando en el lugar.

Otabek levantó las cejas. Aquel sujeto estaba repleto de aquel exquisito aroma que cada vez se tornaba más dulce y fuerte, logrando marearle los sentidos. No lograba diferenciar si era un Omega o no. El hombre poseía un lindo rostro y el Alfa temió un poco de su capacidad de imaginarle fácilmente totalmente rojo y gimiendo debajo suyo...

Y de solo pensar en aquel japonés gimiendo Otabek se sonrojó y mordió el interior de sus mejillas hasta sangrar para intentar mantenerse cuerdo, hasta que un pequeño grito le sacó de su trance.

-¡AH! ¿P-P-Pero qué hace usted aquí, señor? -preguntó el japonés, luciendo totalmente aterrado y pálido, pues no le costó nada saber que era un Alfa y temía por la vida de Viktor allá arriba- ¿N-Necesita algo? Estoy por cerrar, se me presentó una emergencia y... -se apresuró a explicar.

Otabek ladeó la cabeza algo confundido, respirando profundamente. Quizás habían Omegas que llevaran su celo de aquella forma y pudieran controlarse, tal como él lo hacía en ese momento... a punto de fallar si seguía allí parado.

No había necesidad de decir que Otabek no tenía mucha experiencia con Omegas. Siempre estuvo rodeado de Alfas y Betas, compartiendo muy poco con Omegas que ya estaban enlazados.

Rompiendo el InstintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora