Capítulo 4: Fronteras

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3 de Noviembre. 5 años después de Skullik (D. S.)

Estoy escribiendo mi final o el principio de una historia que me cuesta relatar. No puedo creer que ciertas cosas sucedan y no podamos ser capaces de enfrentarlas, porque van más allá de nuestro entendimiento y hemos recibido poca ayuda. Sólo la de un ex soldado soviético que, aunque me cueste aceptarlo, es el único que logra derrotar a esas cosas.

Aprendimos a soportar los 40 grados centígrados, adaptando nuestros cuerpos e hidratándonos con el agua que proviene de la atmósfera. Los entrenamientos han sido duros, porque cuesta respirar con tanto calor y el suelo quema nuestra piel. Varias personas murieron de cancer, debido a los rayos ultravioleta del sol.


Obtenemos el agua de la atmósfera. Debemos hervirla, para que sea potable, ya que puede contener partículas dañinas que causarían diarrea y vómitos. No debemos arriesgarnos. Si damos un paso en falso, estaremos condenados. No somos inmunes a las enfermedades, porque la reina de Necrotia no hará nada por nosotros.

Entraron tres mujeres a las 11:00 horas. Tenían la piel blanca, ojos cafés, pelo largo y negro, narices pequeñas y finas, orejas pequeñas y labios finos. Vestían con arapos. Era evidente que necesitaban comida y agua, ya que estaban en los huesos.

Escribí la entrada correspondiente, en la bitácora electrónica. Tenemos computadoras que son alimentadas por un generador que recibe la energía solar y resisten las altas temperaturas. Nos acostumbramos a trabajar sin internet y sólo nosotros podemos acceder a los datos.

Nombre, apellido, raza, documentos de identificación, domicilio antiguo, género, enfermedades, alergias, familiares, entre otros datos eran el primer filtro de la frontera.

El segundo paso, consistía en una serie de evaluaciones psicológicas, con el objetivo de saber si eran sobrevivientes o criaturas infernales capaces de destrozar nuestros cuerpos y drenar nuestra energía.

Por último, una evaluación espiritual de las sirvientas de Necrotia nos indicarían que no eran criaturas del Averno. El proceso era supervisado por Dimitri Korsakov que sostenía su espada y cerraba los ojos para concentrar el cuerpo, la mente y el espíritu, para que se convirtieran en una sola fuerza.

Pasaron todos los filtros. Caminaron al casino de nuestro campamento militar. Cogieron una bandeja y el chef Morrigan les dio una ración de comida. Según uno de los tres soldados, las mujeres no comieron un solo bocado. Conversaban y reían en un idioma extraño. No era inglés u otro idioma reconocible.

Levantaron sus cuerpos de las sillas y observaron a mis hombres. Hicieron unos gestos extraños y aspiraron el alma de dos soldados. Poco a poco, la piel perdía su color y los ojos dejaron de parpadear, hasta volverse blancos. La sangre dejaba de latir y salía de su boca para ser absorbida por esas súcubos.

Cuando terminaron con su perturbador acto, el tercer soldado corrió hacia mi oficina y me comentó todo lo que pasó. Llamé a Dimitri y sólo cogió su espada. Corrió al casino y destrozó a las tres criaturas de mierda que se desintegraban y gritaban de sufrimiento, porque sus núcleos habían sido destruídos.

Celeste Blake observó toda la escena. Avisó a Necroty y nos mandó a llamar de inmediato. Amenazó que, si sucedía ésto de nuevo, ella misma nos iba a aniquilar, sin excepción. Tomamos la decisión de cerrar las fronteras y asesinar a todo humano o criatura que se acercara a Noptalm.

No me juzgues, por favor. La situación se transformó en la típica frase: matar o morir.

Comandante Andrew Thompson

Noptalm: Sombras de una invasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora