Rose Valencia es una chica de diecisiete años que, visita a su madre durante las vacaciones de verano para poder restaurar su relación madre e hija. Lo que no sé esperaba era conocer a un chico llamado Nathan, que sería el amor de su vida aunque ell...
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—No te quedes callada—susurra junto con una sonrisa que me transmite repugnancia absoluta.
No sé como—aunque por dentro estoy tiritando—saco valor de donde sea y le doy un puntapié tan fuerte que, oigo como suelta un grito desgarrador.
Me hago a un lado lo más rápido que puedo y entro a la habitación de Jake sin aviso, no dudo en cerrar la puerta.
—¿Rose?
La voz de Jake hace que despierte de ese pequeño transe de adrenalina que recorrió mi cuerpo hace unos segundos.
—¿Qué no sabes tocar?—pregunta con una sonrisa traviesa, mientras se levanta de su silla de escritorio y apaga la música.
—Mierda, mierda, mierda...
Suelto un suspiro para poder tranquilizarme.
Desde que entre no he visto a Jake a la cara, al no ver que le respondo su pregunta, advierte que algo nada mal.
—¿Pasó algo?—su semblante cambió a preocupación. Se acerco lentamente a mi y me ayudo a sentarme en su silla de escritorio.
Mi mirada estaba concentrada en el suelo y mis pensamientos trataban de buscar alguna respuesta o explicación a lo que acaba de suceder.
—Jake, ¿Qué relación tiene mi madre con ese hombre?
—¿Cuál hombre?—se sienta al borde de su cama. Siento la mirada de Jake en mí—¿Rose, qué te pasa? Estas algo extraña...
—Mierda, Jake. ¡Casi me toca!—esta vez lo miro a los ojos intensamente y siento como ese nudo en mi garganta se incrementa—Rober... ese hombre—con solo mencionar su nombre y que mi mente visualice lo de antes, me estremezco.
Espero que diga algo pero tan sólo me mira extrañado.
No me cree...
—¿Dices que Rober, se paso de listo?
—Me ha preguntado cuanto cuesto, ¿puedes creerlo?—froto mi cien frustrada.
"¿Cuánto cuestas? ¿Más que ella?"
Esas palabras rondaban por mi cabeza una y otra vez. Sabia que significan sus palabras, pero no quería creerlo del todo.
