Rose Valencia es una chica de diecisiete años que, visita a su madre durante las vacaciones de verano para poder restaurar su relación madre e hija. Lo que no sé esperaba era conocer a un chico llamado Nathan, que sería el amor de su vida aunque ell...
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—¿Qué haces aquí?
Así como su mano aún sostenía la mía en este momento, mi mirada seguía puesta en un punto perdido del suelo. No podía verlo a la cara, algo me lo impedía y era mi maldito orgullo.
—Rose, ¿Quién te lastimó? —su tono de voz se elevó.
Sus palabras me toman desprevenida, ¿podía deducir todo eso con solo verme?
Me armo de valor, dejo atrás mi orgullo y vergüenza. Levanto la mirada mientras dejo escapar un suspiro, para luego secarme estas lagrimas tan débiles.
—Sólo... sólo daba un paseo —dijo con un hilo de voz. Siento la carga de su mirada en mí mientras tarda en procesar mi respuesta tan falsa.
Sus dedos rozan los míos lentamente al momento en que suelta mi mano para luego, frotarse el cabello y soltar un suspiro que interprete como cansancio.
—¿Así que no me negarás que alguien te lastimó?
En su mirada se reflejaba lo mucho que estaba preocupado por mi. Que hasta vacile un momento en contarle o no lo de mi madre.
Me quede observándole, sin saber que decirle. La imagen que presenciaron mis ojos hace unos minutos, no hace más que quiera soltar otras lagrimas guardadas.
—Hijo, ¿Dónde te habías metido?
Para mi sorpresa y del alguna manera puedo llamarla fortuna, el padre de Nathan se acerca tras él y al momento en que notó mi persona.
Me regaló una sonrisa.
—Buenas tardes, señorita Rose —me extiende su mano cortésmente.
Atinó rápidamente para estrecharle su mano y saludarlo con el tono más normal que de mi voz. Creí que tras ese nudo en mi garganta, mi voz se quebraría.
—Oye, te estaba buscando —se volvió hacia su hijo al momento en que lo fulminó con la mirada—. Creí haberte dicho que nos encontráramos en la ferretería.
—Iba para allá, te lo juro, pero tuve que...
El hombre levanta sus manos para interrumpir sus palabras, dandole entender que no escucharía más.
—Siempre tienes una excusa para desobedecerme, Nathan —se frotó la sien frustrado y luego, me dirigió la mirada mientras soltaba unas risitas pequeñas—. ¿Este chico lo tengo malcriado?
Me encojo de hombros sin saber que responderle y me limito a solo sonreírle.
El sólo hecho de ver como se comportaba el padre de Nathan ante mí, me recordó a mi abuelo. Tenia su lado estricto y de alguna manera un carisma bastante alegre.
