Rose Valencia es una chica de diecisiete años que, visita a su madre durante las vacaciones de verano para poder restaurar su relación madre e hija. Lo que no sé esperaba era conocer a un chico llamado Nathan, que sería el amor de su vida aunque ell...
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—¡¿Dónde demonios estas?!
Grita mi abuelo desde el otro lado de la linea.
La bulla que se encontraba en el lugar evitaba que lo escuchara con tranquilidad. Por más que alzara la voz no me escuchaba como yo quería. La multitud a mi alrededor, los gritos de los jugadores animándose asimismo, hacían que toda mi conversación con mi abuelo fuese imposible.
Si, me encontraba observando un partido de basquetbol.
Nathan nos había comentado que jugaría un partido en esta semana contra un grupo de chicos que hace unos meses atrás los estaban desafiando.
—¿Estas una fiesta? —alza más su voz, dejándome con rotundo dolor en mi oído.
Alejo el teléfono de mi oreja con la esperanza de que no siga gritando, miro a Jake que esta a mi costado izquierdo sentado, observando el partido con una sonrisa de oreja a oreja.
Le indico con un gesto de manos que atenderé a mi llamada en otro lugar más "silencioso".
Salgo de la cancha lo mas rápido que me permiten mis pies y le hablo a mi abuelo:
—¿Puedes oírme ahora?
Miro a mi alrededor mientras recupero el aire perdido y para mi suerte, no había nadie. Tan solo un largo pasillo se extendía hasta ciertas puertas que daban a la salida.
—Si, ahora si mi niña —me afirma.
—Lo siento. Es que estoy en un partido de basquetbol y sabes que lugares como estos no puedes esperar a que haya silencio.
—¡Oh! ¿Estas sola? —noto una leve preocupación de su parte.
—No, estoy con un amigo y ademas el otro esta jugando ahora mismo.
—¿Y qué haces ahora mismo hablando conmigo? ¡Ve apoyarlo! —exclamó.
Dios, esto no me lo esperaba...
—Espera, ¿Qué? —froto mi sien inconscientemente y me muevo de un lado al otro del pasillo— Estoy hace días esperando una llamada tuya, ya que mi tia Rosa me ha comentado que últimamente no te has sentido bien.
—Ay, no puede ser —resopla—. Sabes que tu tía Rosa puede ser de fiar pero es exagera de vez en cuando. Ademas, olvidas que a este anciano nada puede detenerlo.
Sonrió torpemente por sus palabras.
—Oh, casi lo olvido.
Advierto que cambia de tema porque su tono de voz se torna serio.
