Capítulo 35

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Paz. Horas de paz. No podrías haber pedido otra cosa más que un poco de paz.

Evalúas tu desempeño: dos de tres no está mal, pero lo que no tienes en cuenta es que esa respuesta correcta faltante implicó la muerte de una viejita. 

¡Una viejita! ¿Qué es mas triste que eso? Matar a un niño.

Bueno, al menos salvaste a Juan y Marcos, dos hombres con futuro. 

—A Nélida, ¿por qué Nélida? Hubiera preferido morirme yo antes que una viejita amorosa. La cagaste feo —te dijo Marcos.

Decides no responderle, puesto que la conversación no terminaría en buen puerto. Lo que menos necesitan ahora es una pelea.

Ves el banquete que te espera en la mesa de comedor y te das cuenta del hambre que tienes. Tomas todo lo que ves como si fueras un cavernícola que lo único que comió en años fue plantas. Ni siquiera esperas a que los demás se sienten.

Ves la silla vacía de Nélida y ahí caes en que te convertiste en asesino. Te viene la culpa.

Por suerte, Tomás y Julieta te dan palabras de aliento para los acertijos de mañana y te tiran unos datos preocupantes: la chica tiene un hermanito pequeño con algunas deficiencias, y sin ella, no sobrevivirá. Mientras tanto, Tomás tiene esposa e hijos.

Si te sentías cansado, preocupado y consternado, ahora estás peor.

Piensas por varias horas que eres un/a asesino/a de viejitas dulces y amables, y te viene a la cabeza el baldazo de agua en tus zapatillas que te arrojó en ese horrible día. 

Te interrumpe la voz del parlante, ya es hora de abrir el cuarto sobre.

Ve al capítulo 45.

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