Capítulo 63

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Tu cabeza maquina a más no poder. ¿De los buenos o de los malos? ¿Qué acaso ahora hay roles? 

—Supongo que soy de los malos, se me han escapado unos acertijos, no estuve a la altura de las circunstancias —Un suspiro se te escapa mientras piensas en los horrores presenciados. Sin embargo continúas—. ¿Qué sigue ahora? ¿Tienes un acertijo que me mate a mí? Por lo visto ese es el juego.

—¿Acertijo? No seas iluso, esto ya no es juego de niños. Antes que nada y primero que todo quiero decirte que todos tus compañeros están sanos y salvos —La puerta corrediza, camuflada de pantalla, comienza a abrirse.

Intentas escapar, pero en cuanto mueves un músculo el nuevo de la habitación te toma con firmeza.

Cinco personas trajeadas de negro ingresan al cuarto. Un panda, un pato, una morsa, una cebra y un perro. Esas son las máscaras que cubren sus rostros. Algunas te resultan conocidas, como si ya las hubieras visto antes. 

—Bien. Te noto un tanto asustado, yo estaría igual, pero relájate, a estas personas las conoces, aunque si quieres los presento: Nélida, Marcos, Juan, Julieta y Tomás —Todos asienten unánimemente. Parece más una especie de saludo—. ¿Quieres adivinar que sucederá ahora? Puedo darte una pista, tiene que ver con tus errores.

—Creo... Creo que prefiero quedarme con la incertidumbre —Las palabras te salen entrecortadas, producto del miedo y la vacilación de que está sucediendo.

El tipo se ríe a carcajadas en tu cara. Tu no comprendes que has dicho que le causa tanta risa.

—Ay, que me haces reír. No sabía que teníamos un cómico. De todas formas te enterarás.

El hombre te abraza por el cuello y te encamina hacia la puerta. Tus compañeros los siguen. 

La luz se corta y para cuándo regresa te encuentras en un cuarto completamente blanco. Su luz es fría y sus paredes azulejadas. Parecido a un laboratorio.

Recuerdas ese cuarto, te sucede lo mismo que con las máscaras.

El estómago se te revuelve, sabes que algo está mal. Esta pésimo. Intuyes que tu piel esta tan blanca como el cuarto.

Entre todos te rodean. El nuevo vuelve a hablar.

—Créeme que nos duele hacer esto, sobretodo a ellos, a mí no tanto, pero es que cometiste errores. Se te advirtió que jugaras con cuidado, y ahora, bueno... Game over.

Dicho esto te comienzan a encerrar contra la esquina. No hay salida. Son cinco contra uno, puesto a que el hombre que te llevo allí solo dió la orden y se quedó mirando con una sonrisa plasmada en su rostro.

Acorralado, sientes que llegaste al matadero, un golpe en la boca te saca de tus pensamientos, otro sigue en tu estómago, sigue el de la cabeza, el pecho y el riñón derecho. Entre todos te están moliendo a golpes. Quieres defenderte pero no tienes reacción alguna.

Tus fuerzas están agotadas, solo ves borroso y escupes sangre. Sientes que todo tu cuerpo está roto y aún así no se detienen. 

Tus párpados pesan, no sabes si por los golpes o porqué ha llegado tu final.

Resistes unos segundos más y confirmas que era lo segundo. Un golpe a la altura de los pulmones te lleva a tu último exhalo. 

Final del juego. Perdiste.

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