Capítulo 59

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¿Cómo es posible que no entiendas tampoco el encabezado del acertijo? Es decir, una cosa es no comprender su lógica o no interpretarlo, pero no comprender lo que dice... Algo debe estar mal, ¿o es acaso la presión?

No tienes tiempo para dudas, debes llegar a una pronta solución, ya sea para salvar a Tomás, a sus hijos o para salir de esta maldita habitación.

Te pones en la piel del carcelero. No comprendes el porqué, pero supones y casi aseguras que la opción E es la correcta. Quizás sea instinto, tal vez coincidencia, o a lo mejor, solo sea un error. Uno error más en tu lista.

Volteas la hoja y escribes la opción correcta. Lo miras a Tomás con compasión, quién te devuelve una mirada cálida, asegurando que todo va a estar bien.

Las luces se apagan y vuelven con velocidad. Sabes lo que significa y miras el televisor. 

Allí está él, acostado y amarrado desde sus extremidades a un potro.

Junto a él un hombre vestido completamente de negro cubre su rostro con una máscara de perro. No tiene ningún sentido ni gracia.

Te señala y toma la rueda que mueve la camilla.

El torno hace que las extremidades sean tiradas en sentidos opuestos. Observas la cara de dolor de tu compañero, miras como sus hombros y sus piernas se descolocan. El torno no cede y la piel no se estira, por lo que el cuerpo ya dislocado comienza a desmembrarse.

La tortura española había dado, tristemente, sus frutos. Luego de arduos minutos de sufrimiento, Tomás había muerto.

Lo perdiste todo, todo por un estúpido carcelero al que se le dió por enloquecer e inspirar un acertijo lógico- matemático.

Intentas que te vean calmo,no quieres mostrar la desesperación.

El parlante habla y pierdes toda calma con lo que dice:

—Ahora es tu turno de jugar, dejemos que alguien más decida sobre tu vida. Un nuevo jugador entrará al cuarto. Sé amable.

Ve al capítulo 46.

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