Capítulo 47

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El carcelero loco... Es probable que a esta altura te estés pareciendo mucho a él, solo que no tienes la posibilidad de abrir y cerrar puertas. Por desgracia.

Pruebas de dos en dos: dos, cuatro, seis, ocho, diez, cien.

Sigues de tres en tres. De cuatro en cuatro. De cinco en cinco.

Para cuando llegas a la tabla del seis te olvidaste de todo lo anterior. 

¿Alguien habrá testeado este acertijo? ¿De verdad es posible saber cuántas puertas quedan abiertas? ¿Por que demonios la cárcel es circular? ¿Por que el carcelero, por más loco que esté, abriría y cerraría celdas?

Definitivamente estabas perdido. Rehaces un par de cálculos y encuentras factible que queden nueve celdas abiertas, por lo que seleccionas la opción B.

Piensas en la vida de Tomás y de sus hijos. No puedes siquiera imaginar lo que duele desarmar una familia, mucho menos de esta manera.

Lo observas de reojo, él lo nota y te sonríe. Te tiene fe plena, aunque su mirada diga que tiene miedo, como tú.

Levantas el papel y haces lo mismo que con los demás acertijos. A pesar de la presión estás más tranquilo, este es el último. La última vez que levantarás una hoja hacia una cámara esperando su aprobación.

Cierras los ojos, no quieres ni siquiera saber que ocurrirá. Qué todo suceda, ya a esta altura tu alma está rota, y pase lo que pase no puedes evitar nada. 

Se escucha el sonido de una explosión, como si hubiera estallado un fusible. Prefieres seguir con los ojos cerrados.

El altavoz te indica que dejes de hacer payasadas inservibles y que aceptes como son las cosas. Te lo dice de forma hiriente y con un tono sarcástico.

Miras la pantalla y allí está Tomás. Está vestido con un traje de preso, de aquellos clásicos de cotillón a rayas negras y blancas. Parece salido del Rock de la Carcel, de esa canción de Elvis.

A su lado, un tipo vestido de policía con una careta de perro. No tiene ningún sentido, y tampoco es simpático.

El "policía" sienta a Tomás en una clásica silla eléctrica. Parecen salidos de una película de los jodidos cincuenta, solo faltan las bailarinas con sus polleras acampanadas.

Le pone el casco y amarra sus muñecas y tobillos. Te señala y baja la térmica que está a su derecha.

No tiene sentido describir mucho más, no es más que una estúpida muerte de película. Para cualquiera una película recreativa, para tí una película de terror en la que dejas sin padre a unos niños por no saber resolver un mísero acertijo.

Para colmo, cuando sientes que todo ha terminado, el altavoz te retruca la jugada:

—Lamentablemente, esto aún no se acaba, ahora te toca que jueguen contigo. ¿No habrás creído que de verdad todo acabaría? Un nuevo jugador entrará en breve. Sé amable.

Ahora sí, ahora es el final del juego, y ya no te quedan más cartas.

Ve al capítulo 46.

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