29- Thomas

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Thomas


Me he considerado lo bastante idiota como para perder mi juventud haciendo lo indebido. Creo fielmente que mi vida ha sido un caos total; las personas pocos a pocos se alejan, y solo los verdaderos se quedan. Aquellos que siempre estarían ahí apoyándote, aquellos que de alguna manera nunca te dejarían, nunca te mentirían.
Y eso pienso de mi padre, de mis amigos y... ¿por qué no? También de Julia. A pesar de todo ella ha sido una chica precisa, tan transparente que podría ser tan predecible sus acciones.

Es una loca, una jodida loca capaz de hacerte reir; capaz de hacerte enfurecer y gritar a los cuatros vientos cuanto la odias. Pero ha sido una loca capaz de darte una lección, ha sido esa loca que no quiere que se aleje de tu vida, porque si lo hace todo es aburrido.

Ahora bien, sé que tanto ella como cualquier persona podría preguntarse: «¿Qué pasó aquella noche con aquella bailarina?». Pasó algo que me dejó pensativo, pasó algo extraño y reflexivo. Fue como encontrar una respuesta a mis dudas.

Ella sonríe y se sienta a mi lado pausando lo que teníamos en mente realizar (o al menos lo que ambos queríamos pero que de alguna manera se pausó). Ella me mira a los ojos, observo el cansancio reflejado en su mirada y ese modo risueño de mirarme.

—Thomas... ¿qué te molesta de tu familia y amigos? —preguntó, y esa pregunta me toma desprevenido, pero me siento alentado y con la confianza que no tengo en nadie más.

—Me molesta que me mientan. Odio que me quieran hacer creer algo que no es. Odio que me vean como un niño, como un títere. Me molesta que me hagan de menos. Me molesta sontirme como un inútil —expresé con un gesto serio aquello que tanto me molesta, mientras que ella solamente esboza una corta sonrisa que inspira tranquilidad.

—Ahora... ¿qué te molesta de ti mismo? —preguntó manteniendo su sonrisa, dejándome desorbitado, incapaz de transmitir la emoción que me causa reflexionar y poder responder a la vez.

—Yo... —por un momento hago una pausa, pienso y analizo lo que tanto podría molestarme, y creo al fin obtener una respuesta—, me molesta ser tan idiota, no poder tomar las cosas con seriedad. A veces me siento mal por no poder controlar mis emociones, me llevo de ellas y termino ofendiendo a las personas que mas amo. Me molesta ser tan... inútil, es la palabra que merezco.

Por un momento bajo la mirada, pero ella me toma de la mano y con la otra me toca el mentón, haciendo que yo la mire.

—¿Te sientes solo?

Me quedo en silencio, con cierto nudo en mi garganta. Desde que mi madre murió la soledad es mi compañía. Pueden que muchos estén conmigo, pero ese temor, ese sentimiento de que no hay nada, no se puede alejar.

—Todo el tiempo.

—¿Estás enamorado?

Esta vez río secamente, no siento estarlo, realmente estoy atando mi vida a algo que no si podría funcionar.

—No.

—¿Entonces no amas a tu esposa? —Pregunta insegura, yo en cambio asiento fijamente—. Si no la amas, ¿qué te detiene hacerlo?

Fue justo el momento en que mi vida tomó un ideal diferente sobre mi relación. Me cuestioné si de verdad yo estaba cumpliendo el contrato como se debía. Me cuestioné el porqué no podía enamorarme de Julia, cuando ella era una chica de carácter fuerte pero siempre terminaba débil entre mis brazos. Me pregunté porqué me negaba a quererla, que porqué no podía amarla si yo también podía cambiar ambos destinos, y llegué a la conclusión de que no podía enamorarme si ella tampoco me correspondía.

Hasta que la herencia nos separe Where stories live. Discover now