36- espacio para amar

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Julia

«Confié en ti Julia, me fallaste, adiós»

—¡Thomas! —grité desesperada buscándolo y él me abrazó intentando tranquilizarme.

—Estoy aquí, ¿qué soñaste? —me pregunta, entonces el miedo se instala en mi pecho, soñé que lo perdía por mi estupidez. Nunca había sentido tanto miedo; lo abracé y no lo solté, sentía necesitarlo demasiado. Me he difícil creer que tan pronto yo me sintiera con temor, porque no solo he entregado mi cuerpo, también mi corazón.

—Solo soñé que no te encontraba —susurré temerosa. Él besa mi mejilla y acaricia mi espalda.

—No me alejaré de ti, tontita.

Sonrío lentamente, pero el nudo en mi garganta no pensaba desatarse, me siento peor. Aún es de madrugada, siento dolor pelvico después de haberlo hecho, y espero que este dolor disminuya rápidamente, no quiero que las próximas veces que lo haga, sea tan incómodo. Aún hay cosas de la cuál quiero descubrir y sé que Thomas me ayudará.

— ¿Te gustó la experiencia conmigo? —preguntó rompiendo el silencio.

—Si, valió la pena.—Sonreí—. No me arrepiento.

Thomas ríe levemente y acaricia mi cabello.

—Para mi fue algo único, inolvidable. Mi primera vez con una chica virgen. Siento que nosotros hemos cumplido con los mandatos de Dios, pues él dice que: llegarás virgen al matrimonio. O sea, has llegado virgen, hemos tenido relaciones después del matrimonio, eso es algo sagrado. Somos tan santo que orgasmeamos agua bendita —salta con sus bromas y me he inevitable no reírme de sus estupideces.

—Me encantan tus estupideces, idiota.—Me reí sobre su pecho—. Eres único.

—¿Eso significa que me quieres?.—Me hace mirarlo a los ojos—. ¿Me quieres?

Rodeo mi pierna derecha sobre su torso, sintiendo lo que por allí oculta con las sábanas. Lo miro a los ojos, con la poca luz que la chimenea refleja, visualizo sus labios, me acerco a ellos dejándole un corto beso.

—Si te quiero.

—¿Me quieres coger? —preguntó logrando que yo quede sorprendida y sonrojada.

—¿Qué?

—¿Me quieres coger la almohada que se me cayó al suelo? —finalizó la pregunta y me reí dándole un golpe en su hombro.

—Torpe, lo que si quiero es un masaje, me duele la espalda, cadera y pelvis, no pensé que fuese así, había escuchado que a algunas no le molestan tanto, pero también he escuchado que existen chicas que tardan para adaptarse, supuestamente porque no aguantan el dolor y prefieren pausar para la próxima —opino al respecto y él sonríe.

—No te preocupes, he escuchado historias similares; pero ya verás que te sentirás mejor, te haré un masajito para que amanezca súper bien.

Me acuesto boca abajo y él empieza a masajear mi espalda, mi cadera, mi cuello, me hizo relajar bastante, me gira, ahora masajea mi pelvis, cadera, cintura y piernas. Fue bastante alentador para mi.

—Gracias, he extraño de que no te desesperaras e hiciera algo —murmuré chistosa, entonces él toma mi mano y la pone allí abajo, en donde si tiene una erección.

—El problema es que me estoy aguantando el deseo para no lastimarte.— Su respuesta me causó ternura.

—Te compensaré —le dije tumbándolo en la cama.

Hasta que la herencia nos separe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora