38- una charla con Selma

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Me estaciono en la dirección que Selma, madre de de Thomas, me ha dado. Llegar aquí fue un poco difícil, pues me había dado cuenta que mientras seguía la ruta me estaba saliendo de la avenida para entrar por un lugar repletos de árboles ya secos por el invierno. Mientras más sigo manejando, más lejos me encuentro de llegar. Se podría decir que tardé casi una hora en llegar aquí, pero entiendo que ella debe ocultarse y por eso optó un lugar lejos.

Y ahora estaba fuera de una enorme casa pintada de rosa beige, parecía una mini mansión de Playboy. Al menos no era tan terrorífica.
Cerré la puerta del auto y subí la escalera hasta que detenerme ante la puerta. Toqué dos veces y al instante mi teléfono suena, miro hacía mi cartera y cuando intento sacarlo la puerta rechina abriéndose, dejando que unos zapatos de hombre se refleje. Lentamente subo la cabeza hasta encontrar un hombre alto, bastante fuerte y calvo, parece luchador o seguridad. Él se cruza de brazos, soy demasiada pequeña ante este monstruo.

—No uses teléfono aquí —me dice con su gruesa y potente voz, haciendo que yo deje el teléfono y cierre el bolso.

—Vine por la señora Selma, me... me llamó —articulo esas palabras nerviosa. De verdad que me estaba cagando de miedo.

—Pasa.

Se hizo a un lado para que yo entrara y eso hice, sintiendo un escalofrío azotar mi pequeño cuerpo. Y cuando cierra la puerta de golpe, salté con un respingo de susto.

Él se adelanta y me permite ver lo hermoso que es todo por dentro. Una sala pintada de crema, con muebles contemporáneo color blanco, al otro lado hay un estudio y tiene un piano. De mi lado derecho observo un comedor de doce sillas, enorme, grande y al parecer de caoba. Mientras sigo caminando veo una escalera en el medio, color blanca, amplia como ella sola. Y la cocina se refleja un poco más lejos que donde estaba el comedor. Él me guía hacia la parte trasera, en donde veo montones de puertas cerradas, y al final una puerta corrediza en cristal. Él la abre y me mira con su ceño fruncido.

—Ella está allá.

Paso y me encuentro una amplia terraza con vistas a todo el patio por los cristales que le cubren. Ella está sentada leyendo un libro, esta vez no tiene su peluca, solo un abrigo de lana color gris y un pantalón ancho color blanco. Selma levanta la cabeza y sus ojos se cruzaron con los míos, sonrió bastante y me hizo una seña con su cabeza de que fuera. Así que me acerco más, si dejar de admirar las cantidades de libros detrás de ella, el enorme sofá en donde ella está sentada, lo cual se nota que al hacerlo te hundes en él. Por ese amplio cristal se reflejaba la piscina vacía qué hay detrás y parece ser un campo sin fondo, solo que está nevando poco y no se puede apreciar más nada.

Me siento a su lado y finalmente decido saludar

—Hola, vine en cuanto me lo pediste en la nota.

Ella cierra el libro, alcanzo ver el título "Cumbres borrascosas", excelente libro, pero el amor prohibido gobierna en esa historia tan romántica, deja un sabor amargo mientras se adentra más a la lectura. Recuerdo que la última vez que lo leí lloré mares durantes tres días. No estoy dispuesta a llorar de nuevo si lo leo, aunque es difícil. Cómo también me leí orgullo y prejuicio, terminé enamorada del señor Darcy.

—Excelente libro —le dije para entrar en conversación, ella me sonríe.

—Que bien que tengas conocimiento de esta joya, ¿has leído orgullo y prejuicio?

—Claro, me encantan los libros de romance histórico —respondo cruzando las piernas.

—Me alegro, ¿sabes por qué estás aquí?

Hasta que la herencia nos separe Where stories live. Discover now