Capítulo 2:

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«Vida frágil»

Había pasado tiempo desde que Kyong Nam aceptó la oferta del señor intimidante, ahora nombrado el Sr. Eun, quien manejaba un cartel de contrabando, haciendo que el mundo al que acababa de entrar Kyong Nam se volviese todavía más oscuro.

Sin embargo, con la idea puesta en mente, de que nadie la necesitaría y que, aunque consiguiera un trabajo con una vida normal, la gente la juzgaría, hizo que Kyong Nam jamás quisiese salir de ese rubro.

Al menos el señor Eun la trataba como una persona normal; y ese detalle le bastaba a Kyong Nam para seguir con su vida. La oferta que hizo el señor fue simplemente ser una más de su pandilla.

Kyong Nam pensó que la iban a torturar, que la iban a dañar; o que simplemente no harían nada. Las dos alternativas no parecían ser buenas para ella, pero aun así aceptó.

Al final resultó ser Kyong Nam una matona; los de su pandilla la acogieron, la enseñaron a usar las armas y como un plus, la inteligencia de ella a veces salvaba situaciones sin escapatoria. La personalidad de la chica se enfrió hasta construir una capa que salvaguardaba sus sentimientos y sus emociones.

Porque en ese lugar en el sector de Geumcheon-gu, hay que ser listo para sobrevivir.

Sacó unas monedas para pagar el dulce que tenía en la mano. Miró de mala gana al chico tembloroso, cuando terminó de pagar y salió bruscamente de la tienda de convivencia.

Caminó en una vereda que llevaba al sector contaminado de Aelliseu (pronunciación coreana para el nombre Alicia), en que predominaba la prostitución y el tráfico de drogas.

La avenida de Alicia, iluminada por varios letreros de neón llamando a los clientes para pagar por prostitución o por drogas. Kyong Nam se mantuvo impasible; ya se había acostumbrado al olor asqueroso de las drogas, del alcohol y de la orina.

La primera vez que vino se asustó mucho, si no fuera porque pensaba que el señor Eun la golpearía vomitaba ahí mismo. Pero después de aprender a usar armas (bajo tortura leve) y de vender drogas (jamás les vendía a aquellos que podían salvarse o peor, a niños), sinceramente el mundo ya no le parecía interesante o cruel. Tan sólo era algo.

Paró su recorrido en la entrada de uno de los prostíbulos que había; el lugar se llamaba Strawberry Royale, y un letrero animaba el levantamiento de una pierna con su pie colgando una tanga.

Subió las mugrosas escaleras, llenas de orina y de saliva cuando uno de los dos guardias imponentes, que estaban a los lados de la entrada, la miró y asintió con la cabeza. El otro guardia desbloqueó la puerta y la dejaron pasar.

La música fuerte de hip-hop resonaba en el ambiente; Kyong Nam hizo una mueca. Luego le diría al encargado que cuidase el porcentaje del volumen de los altavoces.

El salón, impactado de una fragancia fuerte de frutilla, estaba dividido en dos sectores. Unos sillones y mesas de color dorado puestos en un lado servían para las mujeres, gustosas de ver hombres en tanga bailando en el escenario y subiendo al tubo. Al otro extremo de la sala, estaban unas mesas y sillones de color plata, que marcaban para los hombres.

El escenario era compartido por hombres y mujeres, haciendo ver que era un prostíbulo bisexual; entregando un servicio tanto a las mujeres como para hombres; y sí, los homosexuales estaban incluidos en el paquete.

Detrás del público estaba la cantinera, una muy larga que abarcaba casi todo el largo del lugar y ahí atendían varios cantineros muy carismáticos, pero que no eran del gusto de Kyong Nam.

Un cantinero levantó la mano, llamándola. —¡Kyong Nam!

—Hola Gary. —saludó sin emoción al sonriente extranjero. El cantinero le sirvió una botella de agua, muy sellada.

El Síndrome de Alicia『MYG』Where stories live. Discover now