Capítulo 8:

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«Acuerdo»

Kyong Nam jamás estuvo expectante del hecho de que minutos después de pedir su café y sentarse en una mesa, alguien entraría a esa cafetería buscándola. Y menos que ese alguien sería un joven llamado Min YoonGi.

La señorita serpiente tomaba inquieta su café mientras recordaba lo que había pasado después de visitar "pacíficamente" al escritor. No por nada tenía una marca roja en una de sus muñecas. Empezaba a sentirse culpable de no haber cumplido las órdenes de su jefe, pero trató de parar esos pensamientos pues era innecesario e inútil para la supervivencia en el sector Aelliseu.

—Aigoo... no debí de haber respondido así al señor Eun. —habló arrepentida mientras se masajeaba su mano con la piel irritada. Pudo haber sido peor de no haber prometido la condición de que si no encontraba al culpable en menos de tres meses, dejaba su puesto y no volvería jamás a Aelliseu.

A pesar de que no era verdaderamente su culpa el haber hecho esa promesa cuando ella estaba a punto de caer en las escaleras mientras el señor Eun la amenazaba con soltarla y dejarla gravemente herida. De ahí venía la marca rojiza que obtuvo en su muñeca.

Pero la idea de irse de Aelliseu le parecía muy atractiva. Sin embargo, el Síndrome de Alicia la mantenía ahí, no porque requería tratamiento en un hospital clandestino o porque le gustaba; sino porque la sociedad lo quería así. Era una menuda bazofia, pues en vez de ayudarlos y encontrar la cura, los hicieron parias.

Cada país tenía su propio sector Alicia, cada sociedad tenía su población paria, posición que lamentablemente la ocuparon aquellos que poseían el Síndrome de Alicia. Kyong Nam no tenía más opción que quedarse ahí para siempre si no quería sentir esos prejuicios sociales tan radicales y generalizados fuera del sector Aelliseu.

Si alguna vez llegase a pasar el control de las fronteras entre el sector de Aelliseu y Seúl, sería cuando acabase todo esto. La pregunta que se planteaba en ese momento era: ¿cuándo?

De todas maneras, prometer eso hizo que el señor Eun se riera para sus adentros; pues sabía más que nadie que la señorita Song Kyong Nam no era lo que aparentaba ser. No era insensible, no era una estatua, no era fría. Eran solamente capas para salvaguardar a su pobre y patético corazón, pieza que ahora quedaba severamente dañada por la culpa y los remordimientos. No, el señor Eun sabía que Kyong Nam no sobreviviría ningún día afuera del sector Aelliseu.

Pero el señor Eun no contó con el factor del escritor. Kyong Nam no le contó que fue a visitarlo; la serpiente prefirió quedarse callada pues temía por su reacción. Era bien sabido que el escritor y el señor Eun jamás se llevaban bien debido a Constance.

Kyong Nam obligó a Gary a que se quedase en silencio sobre el lugar al que había visitado; pero el cantinero no conocía la casa de YoonGi, así que no servía de mucho amenazarlo con destrozar su estante que contenía sus botellas de vino favoritas.

—Me da rabia, ¡sabía que no tenía que ir! ¡Ah, ah! ¡Quema, quemaaaa! — gimoteó después de haberse quemado la lengua cuando tomó un sorbo tan grande de su café que contenía demasiada azúcar para su cuerpo. —Diablos, me lo sirvieron muy caliente. Voy a escribir en el libro de reclamos.

—¿Para qué? A nadie le importa esas estúpidas quejas. —habló alguien a sus espaldas. Y Kyong Nam se molestó.

—¿Y por qué existe el libro de reclamos? ¡Existe para reclamar, ignorante de–! —vociferó mientras se volteaba en la silla de madera cuando frenó su habladuría y vio quién era. —¿Qué carajo haces aquí?

YoonGi intentó calmarse, no quería armar escándalo. Pero esta serpiente insoportable... pensó mientras contuvo las ganas de gritar. Obviamente no quería armar un espectáculo frente a los clientes "amables" y "desinteresados" que había en la cafetería.

El Síndrome de Alicia『MYG』Место, где живут истории. Откройте их для себя